'Humalidad'
Valiente la joven –no me canso de repetirlo– resistió hasta «la Final», y los resultados fueron muy claros para ella y para los que todavía logramos razonar: la gente está harta, esa misma gente ama a Israel, y reconocieron su trabajo
El término no es mío, 'humalidad' más que término resulta una boutade lingüística y el recuerdo de su autor no me abandona nunca; el autor fue el pintor cubano fallecido en el exilio, Arturo Cuenca. Cuenca lo usaba a menudo, y nos reíamos, de su lado, sabiendo que la razón lo asistía. Cuenca pasó de ser un pintor contestario en Cuba a convertirse en un pintor contestatario en el exilio, primero en México, luego en Nueva York, y al final en Miami, donde lo hallaron muerto, en esa soledad fría que acompaña a los que llevan la luz clara de lo vivido.
He observado en estos días lo ocurrido en torno a una joven israelí de veinte años, Eden Golan, cuya única misión era cantar en Eurovisión, ese festival de frikis, satánicos y patanes, y a la que le hicieron una guerra sin cuartel hasta amenazarla de muerte, sólo por ser judía (desdichadamente nada novedoso en estos tiempos, en que algunos han vuelto al nazicomunismo, o tal vez nunca se fueron, o por ideología lo heredaron). Valiente la joven -no me canso de repetirlo- resistió hasta «la Final», y los resultados fueron muy claros para ella y para los que todavía logramos razonar: la gente está harta, esa misma gente ama a Israel, y reconocieron su trabajo como artista. Quedó en un distinguido quinto lugar, aunque para mí y para muchos signifique el primero.
Contrario a lo que al parecer constituye una mayoría, yo sí veo Eurovisión, lo veo como veo un informativo, con el objetivo de constatar cuán bajo ha caído esa «humalidad» que dejó hace mucho tiempo de llamarse humanidad. Eurovisión es el espejo de la sociedad en la que vivimos y que, continúa en formato rebaño, cual carneros dirigiéndose hacia el matadero mientras aplauden a manos locas y hasta con los pies, que los conduzcan y empujen al sacrificio.
Ha sido demencial, una multitud odiosa frente al hotel de Eurovisión donde hospedaron a Eden, más los desprecios, ninguneos de sus compañeros de certamen (actitud que se viró en su contra), la prensa española, tan servil de la ideología de la izquierda antisemita, también hostil, sin calcular al público, que no al pueblo servil.
Por suerte, en Francia, todavía queda respeto y valores, ha sido el caso de una parte de la prensa, y del participante, Slimane, con una gran voz que interpretó la más hermosa canción de la noche, tras la de Eden.
Ustedes se preguntarán –dado que escribo esta columna el domingo de las elecciones catalanas–, ¿cómo puedo ocuparme sólo de Eurovisión y de Eden Golan? No, también estoy muy pendiente de las elecciones catalanas, del candidato de Vox, Ignacio Garriga, y del resto de candidatos del mismo partido, que son los que merecen ganar porque son los que anhelan lo mejor para Cataluña y para España. Como con Eden Golan, no soy optimista. Y, dado que el domingo, hoy, todavía no se ha acabado, espero que los catalanes nos den la sorpresa como nos la dieron los españoles con esos doce puntos para la israelí. También Francia se los dio, y casi toda Europa.
Sin embargo, no deja de ser de una gran tristeza volver a ver esa muñeca diabólica, Greta Thunberg, con la kufiya palestina sofocándola al cuello, sumergida en las peores causas, en las causas más mentirosas y nefastas, detenida por la policía que, por cierto, tardó en hacer su trabajo, porque lo que se permitió en los alrededores del hotel de los participantes al concurso y alrededor del sitio donde se celebró, no debió de haberse autorizado jamás. No sea más que por respeto a los concursantes y a la historia de Eurovisión, por respeto a una artista, a un país, y a sí mismos.
En cuanto a la duda de numerosos ignorantes –los llamo sólo así por tratarlos bien– prosigo: Eurovisión es un concurso creado varios años después de la Segunda Guerra Mundial (1956), con el objetivo de que la unidad y paz de Europa fuesen consolidadas a través de una de las mayores expresiones de concordia y alegría como lo es el canto y la música. Siendo Israel un país muy activo en la UER (Unión Europea de Radiodifusión) puesto que la radio fue decisiva para la Liberación y puesto que numerosos judíos en Israel provienen de Europa, ese país, la única democracia de Oriente Medio, posee plenos derechos para asistir como aspirante al premio.
No voy a comentar más acerca del ganador que según él se considera de sexo no binario (lo que no me importa en lo más mínimo) y que iba disfrazado de gallina ponedora; tampoco de la patética zorra que condujo a España al cuarto lugar pero desde la cola. La «humalidad», queridos míos, la «humalidad»… Por lo demás, Cuenca, aquí te va mi pequeño homenaje, y «cuéncame» cómo te va por el paraíso.