Anonadado
La vida no da para tanto. Me conformo con la atracción hacia un solo sexo. Y teniendo tanto para elegir, he limitado mi vida al vano intento de ser normal
Lo decía mucho Tip. -¡Estoy anonadado! ¡Lo que usted me dice me ha dejado anonadado! Abandonábamos la sede de Onda Cero en el Paseo de Rosales, cuando una mujer se acercó a Tip. –Usted sólo hace gracia a los hombres y las mujeres. A mí, que soy lesbiana, no me provoca usted ni una sonrisa–. Tip se sintió desolado. Más bien, anodadado. Y pidió perdón a la señora machorra. –Le prometo que no volverá a ocurrir, don Anselmo–.
Recuerdo la escena porque, al fin, me he apercibido del escaso interés que Tip mostraba hacia las diferentes orientaciones y sensibilidades sexuales. La misma falta de interés que quien esto firma. Similar distancia social hacia las identidades de género que practicaban, sin deseo de herir a nadie, Antonio Mingote y Antonio Ozores. El gran maestro de la tolerancia fue nuestro gran amigo Luis Escobar, marqués de Las Marismas del Guadalquivir, gran director teatral y posteriormente, gracias a Luis Berlanga, actor insuperable de un solo papel. Luis, al que llamábamos «el Panzas», era el más avanzado de todos nosotros en lo que respecta a las orientaciones sexuales, y se autodefinía como «un marica de los de siempre, de los de toda la vida, un marica bien». Para él, sólo existían dos sexos. El masculino y el femenino, con dos identidades asumidas y caprichosas. El sexo masculino que buscaba sexo masculino –«los mariquitas como yo»–, y el sexo femenino partidario del sexo femenino, en aquellos tiempos, las tortis, lesbianas y machorras. –Pero no se me ocurre ninguno más-, confesaba apesadumbrado sin experimentar pesadumbre alguna.
En los últimos años, desde que Sánchez necesitó para gobernar a las fundamentalistas del sexo y puso a su disposición un ministerio de Igualdad con un presupuesto de 500 millones de euros, el dinero invertido en semejante tontería ha dado sus frutos. Ni Tip, ni Mingote, ni Antonio Ozores, ni Luis Escobar ni Luis García Berlanga viven para reconocer que estaban equivocados. Muy al contrario que yo, que he sabido rectificar a tiempo y procuro escribir para mis lectores sin reparar ni en sus sexos ni en las distintas orientaciones sexuales científicamente demostradas gracias a la obsesión de esa gente.
Y sí. Escribo a los hombres y las mujeres. Y a los maricas de toda la vida y maricas de nuevo cuño, y a las lesbianas de siempre y a las machorras de hogaño. Es decir, escribo –preferentemente, por ser mayoría abrumadora–, a los heterosexuales, pero también a los bisexuales, los asexuales, los androginosexuales, los antrosexuales, los autosexuales o practicantes exclusivos de los autogozos, los bicuriosos o biflexibles, los demisexuales, ginosexuales, grisexuales, lithsexuales, monosexuales, omnisexuales, pansexuales, poliamorosos/ as, polisexuales, pornosexuales, sapiosexuales, skoliosexuales, transeróticos, binarios, no binarios, agéneros, bigéneros, pangéneros, fluídos, trigéneros, cisgéneros, intergéneros, poligéneros, intersexuales, transgéneros, «non conforming», neutrois, berdaches o dos espíritus, y en los más completos de todos, por cuanto abarcan la totalidad de los colores del arcoíris, los arcoirisexuales que son gentes de buen pasear y precioso vestir.
A ellos, debo añadir las variaciones surgidas de mi observación progresista. Los muñecagoma, los saltibrinquis, las feroches, las antilavandas, y las manifestafeas.
Y claro, me doy cuenta de la gran ventaja que tengo sobre mis viejos amigos y maestros, que se anonadaban por cualquier cosilla.
Pero en el fondo, no tan en el fondo, muy superficialmente, soy como ellos. La vida no da para tanto. Me conformo con la atracción hacia un solo sexo. Y teniendo tanto para elegir, he limitado mi vida al vano intento de ser normal.
Anonadado.