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LiberalidadesJuan Carlos Girauta

No es época de mártires

Una señora (Von der Leyen) que seguía concibiendo la naturaleza y el mundo animal según el modelo Walt Disney, como lo demuestra el hecho de que fuera incapaz de imaginar lo que es un lobo hasta que uno se comió a su poni

Actualizada 01:30

El eurodiputado y exministro de AAEE José Manuel García-Margallo afirmó hace once meses: «El proyecto europeo ha avanzado cuando ha habido acuerdo entre las dos grandes fuerzas centrales y centristas, fundamentalmente el Partido Popular Europeo y los socialdemócratas». Debemos aclarar que Margallo incluía al PSOE en «socialdemócratas». Y eso que no lo dijo en 1983, cuando el Ejecutivo del PSOE se conocía como 'Gobierno de los catedráticos', sino en julio de 2023, cuando aún estaba en funciones el peor Gobierno de la democracia, una pandilla de ultraizquierdistas mezclada con varios chalanes y cuatro pijas woke.

Sin embargo, el exministro, su partido, su grupo, más la inquietante Von der Leyen, habían abrazado, ay, la religión climática, credo de sustitución con su Inquisición canceladora, sus anatemas y herejías (¡Negacionismo!), su Cruzada de los Niños (a los que Greta indujo un trastorno: «ansiedad climática»), su penitencia de silencio a los díscolos que pretenden seguir en la academia o en la subvención, y, en fin, su furia anticientífica, resumida en «la ciencia es lo que yo te diga», o, lo que es lo mismo, el cambiazo de la falsación por un dominguero, alegre y totalitario consenso. Solo que sin crítica no avanza la ciencia, como advirtió Popper en 1956, prediciendo con esa certeza que la URSS perdería la guerra fría. Es bastante fácil de entender cuando te sacudes la caspa woke: si el científico callara ante el consenso, no habría existido revolución científica.

No en balde Margallo había llamado a la Agenda 2030 el «Evangelio». De algún modo sabía, hombre intuitivo, que en esa nueva genuflexión de la derecha convencional ante la hegemonía cultural de la izquierda; en esa nueva excusa para entregarse a la actividad preferida de su partido, que es no hacer nada (abominan de la política); en ese subterfugio cegador y animista que durante varios años encarnó una adolescente posesa ante la que se inclinaron Merkel y la ONU, estaban los populares europeos abandonando su credo humanista cristiano y estaban apostatando directamente los todavía democristianos, grupo del que huían los leones.

Una locura como otra cualquiera. Veréis, hay épocas –Europa ha conocido unas cuantas– en que la gente aparentemente más seria se vuelve peligrosa, imprevisible. Coincide con crisis de valores largamente maceradas. Afecta a falsos rectos, cabales ful, gente seria a la que suponemos sentido común, pero cuyas convicciones se han hecho migajas por dentro. Por resumir, se impuso en esa procaz mezcolanza política que tanto promueven los Margallo el credo antihumanista bajo la batuta de Von der Leyen. Una señora que seguía concibiendo la naturaleza y el mundo animal según el modelo Walt Disney, como lo demuestra el hecho de que fuera incapaz de imaginar lo que es un lobo hasta que uno se comió a su poni. Solo entonces comprendió este problema del campo, uno entre mil. Pocas cosas más reprobables que renegar del Evangelio. Está muy feo que ahora abjuren de su fe. Pero la campaña electoral no es época de mártires.

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