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LiberalidadesJuan Carlos Girauta

La paz es guerra

Aunque casi no les oigamos, los de Podemos (que sí, tía, aquellos de los escraches, los del jarabe democrático, los de recortarse el sueldo hasta el ascetismo) gritan ¡paz! No tengo palabras para expresar mi emoción, ahora mismo estoy vertiendo una lagrimilla

Actualizada 01:30

No se les oye mucho, pero creo que los de Podemos (no, tía, eso es Sumar) han optado en esta campaña por un recurso típicamente belicista: la paz. Entiendo que el lector, a diferencia del ministro de la Oposición, ha leído a Orwell y sabe que '1984' es un título y no la fecha en que escribió el libro. Por eso le supongo al corriente del concepto del doblepensar, y de que la paz es guerra y la guerra es paz. Las posibilidades de la manipulación mental y la idiotización programada han aumentado vertiginosamente con las innovaciones tecnológicas. Que nadie se equivoque, la cuarta revolución industrial viene con mil panes bajo el brazo. El cuchillo no es bueno ni malo, o más bien es bueno y malo, pela la manzana y degüella. A la vocación chunga del cuchillo tecnológico, la que interesa a los poderes autocráticos y los empresarios cool sin escrúpulos, debemos la última y mayor violación de la esfera privada que ha dado la historia del intervencionismo; por lo demás, masiva y tutelada por cuatro ingenieros sociales que, siendo los emperadores del capitalismo, parece que quieran liquidarlo. Son todos woke (salvo Musk), viajan en jet privado y no quieren que tengas coche.

Están endiosados y aspiran a todo el poder, por eso sus plataformas del demonio (que incitan a la envidia, depresión, e incluso suicidio, de esta ultrasensible juventud) son lo más parecido, desde el plano moral, a los procesos de Moscú. No solo necesitan enemigos y se los inventan, no solo acaban con esos enemigos tras público escarnio, no solo exigen que el escarnio incluya la confesión de culpa de los inocentes; también demandan que dicha confesión (parece inconcebible) sea sincera, que el chivo expiatorio interiorice la aberración, quiera sacrificarse por el partido, entienda que debe hacerlo, que su sacrificio es bueno, que es lo correcto.

Aunque casi no les oigamos, los de Podemos (que sí, tía, aquellos de los escraches, los del jarabe democrático, los de recortarse el sueldo hasta el ascetismo) gritan ¡paz! No tengo palabras para expresar mi emoción, ahora mismo estoy vertiendo una lagrimilla. Una vez recuperado, me considero en condiciones de recordar que el cuento de los lobos comunistas disfrazados de abuelas pacifistas es un clásico. Cuando los Estados Unidos lanzaron las bombas atómicas y zanjaron la Segunda Guerra Mundial, la URSS carecía de dicha tecnología. ¿Qué hizo entonces Stalin? Se puso el camisón de la abuelita y se metió en la cama de Occidente: movilizaciones por la paz, congresos mundiales por la paz. Ya se sabe que Stalin era una madraza y no aguantaba la sangre. Huelga decir que, mientras el lobo yacía disfrazado, engañaba a los compañeros de viaje (intelectualidad occidental), sobornaba a los que no lo veían claro y seducía con arrumacos a los más interesantes merluzos de Hollywood, sus científicos trabajaban contrarreloj para alcanzar a los Estados Unidos en la carrera armamentística, y luego darle un repaso en la espacial, prolongación de la primera.

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