Miopía aristocrática
No hace falta ser muy agudo para comprender que liquidar la Monarquía es uno de los fines últimos del sanchismo, explícito en los socios e implícito en los feos que Sánchez no ha dejado de hacerle a Felipe VI
La hija de la duquesa roja ha concedido una entrevista con varias cargas de profundidad dirigidas al Rey y a la Monarquía parlamentaria que viene en la Constitución. Aventura incluso un nombre para presidente de la República: Paco Vázquez. No creo que él esté por la labor. Como fuere, no deja de sorprender esta coincidencia de objetivos con el actual Frente Popular. No hace falta ser muy agudo para comprender que liquidar la Monarquía es uno de los fines últimos del sanchismo, explícito en los socios e implícito en los feos que Sánchez no ha dejado de hacerle a Felipe VI. No tengo nada contra esta aristócrata que desprecia sus títulos nobiliarios, en la medida en que los desprecia todos como «un recuerdo histórico». Es posible que tenga razón, pero al leerla me pasa como con esos tipos multimillonarios que, aquejados por alguna culpa justificada o inducida, propugnan severas subidas de los impuestos directos; me pasa que no entiendo por qué no donan al Estado la cantidad que les correspondería si los tipos impositivos alcanzaran su subjetivo criterio. Nada más fácil que darle tu dinero al Leviatán, nada más sencillo que renunciar a tu título, nada más rápido que ceder, qué sé yo, tus imponentes archivos históricos al Estado.
Insisto, no es nada personal. De hecho, admiro la sutileza y precisión con que Pilar González de Gregorio suelta sus cargas de profundidad. Nótese la conclusión a la que llega – pero sobre todo, cómo llega a ella– cuando le preguntan sobre la eliminación por la Ley de Memoria Democrática de algunos títulos nobiliarios procedentes del franquismo. La ilación es deliciosamente perversa: «Unos se han conservado y otros no. No entiendo el criterio […] Si estos títulos del franquismo son legales, el resto deberían serlo. Si los títulos del franquismo son ilegales, ninguno debería estar vigente. No hay que olvidar que el título más importante que dio Franco fue el de sucesor a título de Rey, príncipe de España».
Afirma que su familia nunca ha sido cortesana, y lleva razón. Aunque creo que la pierde, acaso porque su entorno no es muy representativo, cuando denuncia que «en España cada vez hay más cortesanismo. En cuanto alguien toca el poder, más cortesano se vuelve». En realidad, en la España del sanchismo y de El País (no sé si he dicho que ese es el medio que entrevista a la generalmente discreta y repentinamente explosiva aristócrata), el único cortesanismo al que se entregan los que de súbito tocan poder es uno figurado, de opacos intereses: el cortesanismo en torno a la Moncloa. No desde luego a la Zarzuela. Es en la corte de palaciegos de segunda donde altos ejecutivos y sindicalistas compiten por el favor del autócrata con trileros de fondos europeos, en grotesca mescolanza con lobbies multipartido, escuelas de negocios, conseguidores, universidades, zurupetos, narcodictaduras. Indecorosa marabunta, chalanes prestos a la rebatiña. A esos no les importa que Sánchez y su banda revienten el sistema. Mientras, el Rey, más solo que la una.