Difama impunemente
A día de hoy, los comunistas, más ese PSOE furiosamente cutre, escupen sus amenazas (menciones hostiles desde el poder) acogidos a la inviolabilidad
A los comunistas, y a la facción canalla de la PSOE, se los distingue porque entienden las prerrogativas como patentes de corso. Así sucede con la inviolabilidad de diputados y senadores «por las opiniones manifestadas en el ejercicio de sus funciones». Lo concebido como una protección ante el Ejecutivo y ante los poderes fácticos, capaces si se lo proponen de corromper el sistema o doblegarlo de acuerdo con sus opacas y no elegidas voluntades, se ha convertido en las dos últimas décadas en zurda licencia para injuriar y calumniar. Esos agentes 007 de fango (¡fango, fango! –repite el muñeco de cuerda–), nacieron con Zapatero y Rubalcaba. (Los recuerdo bien señalando a periodistas). Se da la particularidad de que gobernaban, lo que convierte cualquier mención hostil a un periodista en una amenaza en toda regla. A día de hoy, los comunistas, más ese PSOE furiosamente cutre, escupen sus amenazas (menciones hostiles desde el poder) acogidos a la inviolabilidad. El otro día, una tía con escaño señaló a cuatro profesionales de peso, incluyendo a uno que antaño suponían cercano a la Podemia, al que tildó de «corrupto».
Ante este abuso de las prerrogativas parlamentarias se abren varias posibilidades. Pocas, y entre ellas no está la querella (esa es la esencia de la inviolabilidad). Hay una forma de responder que consiste en no responder; por supuesto, esta será siempre la favorita de los líderes del PP, que desde Aznar no se quieren meter en política. O sea, tú estás ahí en tu escaño, presencias lo intolerable y te dices: «Esas dos ya se apañarán, se defienden bien solas y ganan más que yo; que usen sus programas para defenderse. En cuanto a esos dos, estarán forrados, que luchen, que luchen; además, lo de ‘corrupto’ probablemente sea cierto». Mal. Muy mal. Se empieza aceptando el señalamiento, la amenaza a periodistas, y se acaba asistiendo a su entierro para luego enterrar la democracia. ¿Les parece que exagero? Pues entérense: el periodismo es una profesión de alto riesgo. A veces el riesgo viene de tus colegas; hay una condenada diputada…
Otra posibilidad es responder actuando como ellos… ante un espejo; deconstruir sus deconstrucciones, despojar de sentido sus palabras, o invertirlo. Así captarán la simetría deprisa y entenderán que no pueden ganar este juego. A la guerra no se va con flores, y la amenaza es demasiado grave: «Antes periódicos sin gobierno que gobierno sin periódicos», ya saben. Solo se le puede arrebatar la hegemonía cultural a la izquierda usando por sistema una estrategia especular, gramsciana y taladradora. La bonhomía de amigos que discrepan de esta preferencia mía me obliga a respetar su opción, pero no a ceder en la mía. Otra vía aun es la intermedia entre echarse a dormir y subirse al ring: exponer lo dicho al inicio con pedagogía (para los espectadores, no para la crecida izquierda, que no quiere aprender). Recordar que la inviolabilidad no es una lanza sino un escudo. Pero si rompes las reglas, no hay reglas, añado contumaz.