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Vidas ejemplaresLuis Ventoso

Igualada y la tontuela corrección política

Casi todos los medios desprecian la madurez de su público al ocultarle el dato relevante de la nacionalidad del criminal que cometió la agresión

Actualizada 09:22

A comienzos de junio, un marroquí en situación irregular en España abordó a dos homosexuales que caminaban vestidos con atuendo extravagante cerca de la estación de autobuses de Pamplona. Comenzó a insultarlos con los más rudos términos y se encaró con uno de ellos, quitándole su gorra. Cuando su amigo lo intentó proteger, le clavó tres cuchilladas. El fiscal pide ahora nueve años de cárcel y que sea expulsado del país.

El diario Navarra.com relató la noticia en sus exactos y veraces términos. ¿Y qué pasó? Pues que recibió una regañina por carta del Gobierno socialista de Navarra, que expresaba su «contrariedad» porque «en la noticia se alude al origen (marroquí) y la situación administrativa (irregular) de la persona que cometió el delito». El Ejecutivo de Chivite argumentaba en su misiva que «la procedencia racial o étnica y la situación administrativa no condicionan la actuación de un individuo», por lo que tachó de «improcedente» que la noticia consignase ambos aspectos, exigiendo al periódico que los borrase.

La carta refleja dos asuntos de relieve: 1.- La intromisión creciente de los gobiernos de izquierda en todos los ámbitos de la actividad privada. 2.- La suprema estupidez de la corrección política, pues por supuesto el hecho de que el agresor de los dos homosexuales fuese un marroquí en situación irregular en España supone un aspecto relevante de la noticia. Ese dato ayuda a todos los ciudadanos pamploneses y navarros a situar el caso en su contexto real y refleja un problema cierto que no se debe ocultar: en la región viven extranjeros de manera irregular, y además algunos de ellos, por razones culturas y/o religiosas, se encuentran en las antípodas de la tolerancia que impera en Occidente.

Viene lo anterior a cuento de que ha comenzado el juicio por la estremecedora violación en Igualada, en la madrugada del 1 de noviembre de 2021, de una adolescente de 16 años, abandonada por su agresor en el frío de la intemperie tras dejarla medio muerta.

La menor acudió a la discoteca Epic de Igualada (Barcelona) para celebrar el Halloween. A las dos de la madrugada, su madre le envió un mensaje de móvil para saber si estaba bien. Respondió que sí. Posteriormente le comunicó que regresaría a casa, en Villanueva y Geltrú, en el tren de las seis de la mañana. A las cuatro de la mañana, la chica se encontró a su ex pareja en la discoteca y acabaron haciendo el amor en un callejón. Él le dijo que venía a recogerlo el padre de un amigo, así que ella se marchó sola a la estación. Pero de camino un hombre la golpeó con una barra de hierro en la cabeza y la violó reiteradamente. A las 7.30 de la mañana, un camionero la encontró desvanecida y semidesnuda en un polígono industrial. Acabó ingresada en la UCI durante dos meses. Ha pasado por cinco operaciones quirúrgicas y ha perdido el 90 % de su capacidad en un oído. Además, sufrirá secuelas psicológicas de por vida.

El agresor, que hoy tiene 24 años, se llama Brian Raimundo Céspedes y tenía antecedentes por delitos sexuales. Su novia ha declarado que la había agredido varias veces, una de ellas arrastrándola del pelo por unas escaleras. La Policía catalana lo detuvo cinco meses después de la violación de Igualada. No ha mostrado remordimiento alguno, ni jamás ha pedido perdón.

Pero el relato no está completo. El joven violador era de nacionalidad boliviana. Y ese dato no lo encontrarán en nuestras televisiones del cuasi monopolio de izquierda, ni en la mayoría de los periódicos, porque aunque es relevante, dado que ubica el caso, resulta políticamente incorrecto y queda prohibido. Tampoco está bien visto señalar que en España más del 40% de los asesinatos de mujeres los cometen personas de origen de extranjero, cuando los foráneos solo representan el 13% de la población, lo cual muestra un sesgo hacia la violencia machista por parte de algunos ciudadanos llegados de otras latitudes.

Huelga decir que Sánchez y Marlaska, que llegaron en su día a montar un comité de crisis con máximos aspavientos por una falsa agresión homófoba en Malasaña, no quisieron saber nada de la salvajada de Igualada, como denunció en su día la propia madre de la niña con toda la razón.

Personalmente creo que España necesita a los inmigrantes, porque nuestra sociedad hedonista apenas quiere tener hijos y nuestro horizonte demográfico se tornaría pavoroso sin ellos (amén de que asumen empleos que los españoles ya no queremos desempeñar). Pero la inmigración tiene que estar controlada y con permiso de trabajo, y hoy nos encontramos en el modelo contrario: una coladera, con tráfico mafioso de seres humanos y con los consiguientes problemas reales de seguridad que sacuden ya muchos barrios, tensiones que irán a más, pues cada vez llega más gente. Y eso no se puede ocultar en nombre de la monserga «progresista». Los problemas hay que encararlos y buscarles solución, en lugar de hacer el avestruz.

Acabo con otro apunte políticamente incorrecto: ¿Qué hace una niña de 16 años de parranda por ahí hasta las seis de la mañana? Los padres tienen que cuidar a sus hijos, atreverse a ejercer su autoridad y decirles que un menor de edad, sea niño o niña, no puede andar solo por ahí de farra hasta el alba. Pero ejercer la autoridad ya no está de moda, ni en casa ni fuera de ella. Mejor el dulce pasotismo... hasta que pasa lo que pasa, y entonces, ¡ay!, nos llevamos las manos a la cabeza.

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