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04 de julio de 2024

Perro come perroAntonio R. Naranjo

Medidas excepcionales contra un sátrapa

Si el socialismo ha roto con la democracia y la convivencia, no tiene sentido naturalizarlo ni aquí ni en Europa

Actualizada 01:30

En una democracia decente, el presidente da explicaciones cuando las sombras del abuso, el incumplimiento o el escándalo le acechan. Y si algo de esto evoluciona en los tribunales, además de intentar justificarse, se asumen responsabilidades.

Pero España ya no es una democracia decente y aquí quien pide explicaciones es Sánchez y quien impone responsabilidades a terceros, es Sánchez también.

Muy abajo hemos llegado en orgullo democrático, resistencia cívica y reacción institucional para que un tipo con la mujer, el hermano y el partido en los tribunales se permita anunciar una reforma para maniatar a la Justicia. Y para que, ante el alud de informaciones impecables y documentadas sobre los negocios de Begoña Gómez en un ámbito íntimamente relacionado con las decisiones de su marido, las consecuencias sean la persecución de periodistas y las inconcretas medidas de señalamiento y coacción de los medios de comunicación independientes.

Es como si, al descubrirse las andanzas de Bárcenas, Rajoy hubiera acusado a los medios que lo destaparon (por cierto, muchos de ellos más cercanos ideológicamente al PP) y anunciado sanciones contra ellos y los magistrados que trataron el caso. O como si el vigente Rey, al conocerse los problemas de su padre, hubiera presumido de herencia en lugar de renunciar a ella y aplicarse las máximas exigencias en materia de transparencia, todas ellas pisoteadas por Sánchez.

La magnitud del desafío de Sánchez al Estado de derecho, que se completa con un desmembramiento económico, legal y ético de España para comerciar con cada trozo su investidura, negociada en el extranjero como una vulgar compra de votos a cambio de prebendas inconstitucionales, no puede ser contestada de manera rutinaria.

Si Sánchez solo puede sobrevivir doblándole el brazo a la democracia, para adaptarla a sus intereses y a las exigencias de sus chantajistas, España solo podrá sobrevivirle a él si se entiende la gravedad del momento y se activan todas las respuestas viables en todos los terrenos posibles.

Desde luego en el público, en el que la sumisión de las asociaciones de periodistas nos obliga a los periodistas a defendernos con imaginación, contundencia y una unidad en la denuncia que ahora no existe. También en el mundo empresarial, cuya complicidad por acción u omisión con el aspirante a Calígula roza la desfachatez y demuestra que, salvo excepciones como los dueños de Ferrovial o Mercadona, los verdaderos empresarios han quedado sustituidos por altos directivos con mucho miedo y poco discurso.

Obviamente en la Justicia, donde a la esperable resistencia del Tribunal Supremo y de los restos del Poder Judicial, debe sumarse la denuncia en los juzgados de todo aquel abuso conocido o por conocer, en cuantas instancias sea oportuno y con la firma de quien, por decencia elemental, no esté dispuesto a mirar para otro lado y dejar ese trabajo, en exclusiva, a una asociación sin reputación como Manos Limpias y a un humilde magistrado como Peinado.

Partidos políticos, asociaciones y hasta medios de comunicación están llamados también, por la excepcionalidad del momento, a asumir esa tarea genuinamente cívica en cumplimiento de su compromiso con una legalidad desmembrada a bocados por un presidente sin límites.

Y por supuesto en las instituciones, sin excusas: no tiene sentido que el PP, por ejemplo, denuncie acertadamente el peligroso deterioro de la democracia en España y luego le permita a Von der Leyen su continuidad con la socialdemocracia europea, de la que Sánchez es su representante más renombrado y también más radical.

Suscribir el zafio relato de que todo lo que no sea izquierda es ultraderecha, asumiendo una castración voluntaria de alianzas viables, mientras el extremismo auténtico, de alma guerracivilista, se coaliga con el supremacismo étnico en España; no es compatible con una auténtica oposición a ese delirio.

Si los periodistas y los jueces no aspiramos a hacernos perdonar, y contra viento y marea nos limitamos a cumplir con nuestra función por mucha amenaza de paseíllo que recibamos, lo mínimo es esperar lo mismo de quienes encabezan la alternativa a este horror, sin excusas, medias tintas y acuerdos remotos con impactos locales terribles.

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