No obedezca, no sea ingenuo
Los mismos que viven de usted y le insultan recrean ahora una justicia a la carta para salvarse ellos y condenar a los inocentes
El español medio no tiene fácil mantenerse a sí mismo, pero le cargan de la obligación indelegable de mantener, además, a una pléyade de vulnerables de verdad, indefensos de mentira, perezosos de solemnidad, auténticos servidores públicos y no menos reales vividores de lo público, con un añadido de un tiempo para acá: muchos de ellos, maestros del cazo, virtuosos del gañotazo y artistas de la vagancia insultan, de palabra, obra o pensamiento, a quienes sostienen sus vidas, razonablemente prósperas o tristemente miserables, pero en todo caso financiadas con bolsillo ajeno.
Esas dos Españas son una realidad económica, pero también un constructo político de la izquierda populista, dispuesta a esquilmar y olvidar a una mitad para sostener a la otra media y hacerla votante cautiva, con desprecio por la evidencia de que una fórmula así solo es sostenible al corto plazo.
La recreación de un Estado asistencial donde unos ponen la mano y otros la cartera eternamente y, a la vez, la confusión entre el Estado de bienestar y el bienestar del Estado, pilar de una industria política onerosa, siempre acaba en pobreza y represión. Pero mientras, que les quiten lo bailao.
A este fenómeno le acompaña, además, una reducción galopante de los valores morales y los principios jurídicos: una especie de barra libre global en la que, una vez probado un sorbo de sangre, se desea la tinaja entera.
Y es ahí donde entran la impunidad judicial, la deformación de las normas, el abuso legalizado y la arbitrariedad escandalosa, resumidos a la perfección en la pavorosa anulación de las contundentes e impecables sentencias de los ERE y del «procés» y, también, en la defensa numantina de Begoña Gómez, convertida en una causa general del Régimen contra su disidencia.
Lo cierto es que, tras choricear de un modo u otro hasta 680 millones, montando desde las instituciones una trama sostenida durante una década en la que unos regalaban dinero ajeno, otros derribaban o ignoraban adrede los controles y advertencias y alguno más se iba de mariscada, señoritas y polvos blancos para celebrarlo, todo ello para dopar electoralmente al PSOE en Andalucía y en España; la conclusión va a ser que les debemos una disculpa.
No solo no van a pagar sus deudas penales y económicas, sino que hemos contraído una deuda con ellos por haberlos sometido a un martirio injustificado que ha de ser ahora restituido de algún modo, rápido, claro, generoso y sin excepciones.
Porque aquello fue una conspiración, una especie de ensayo de la que también se aplica ahora contra un presidente acosado, su progresista Gobierno, su sufridora esposa o su vilipendiado hermano, todos ellos víctimas de una infamia golpista destinada a revertir la voluntad popular.
No contentos con vivir del cuento, aferrados como garrapatas a lomos y riñones ajenos cuyos propietarios son además vejados con todo tipo de insidias y epítetos por votar mal y pensar peor, ahora se dotan de una inmunidad y de una impunidad que preludia una ceremonia de represión en este calabozo intelectual que ya es España.
Nadie que al leer estas líneas se sienta reconocido negará que, en algún momento, ha pensado en cómo responder y defenderse de semejante extorsión que transforma al verdugo en víctima y a la inversa. Pero habrá pensado que un acto individual de insurgencia solo conduce al castigo personal. Pero ay del día en que descubramos cómo cohesionar tantos lamentos silenciosos y agruparlos en una respuesta única.
Porque si debes un millón al banco tienes un problema; pero si le debes mil, el problema lo tiene el banco. Y quizá haya llegado el momento de que pruebe su propia medicina. Ya está bien de que las palomas disparen a las escopetas.