¡Sacad vuestras manos de la selección!
Los independentistas, que no superan el millón de personas en un país de 48, han querido amargar la fiesta al resto y no lo han logrado
Lo que más le puede molestar a un cenizo es la alegría de los otros. Es lo que le está ocurriendo a una minoría de españoles que se reconocen como independentistas, y que sufren con la alegría que la selección española ha dado al conjunto de la ciudadanía. Alegría y orgullo de pertenencia. Los cenizos son una minoría: el alcalde Pamplona, Aitor Esteban, dos cuadrillas de Bilbao, un despistado del BNG, algunos alcaldes catalanes y los amargados de siempre. Allá ellos, la envidia es la mejor y más sincera forma de admirar y lo peor es que es el pecado más tonto, ya que no te da ninguna satisfacción. Los independentistas, que no superan el millón de personas en un país de 48, han querido amargar la fiesta al resto y no lo han logrado.
De momento, han intentado introducir la cuestión racial y la inmigración. Los racistas se empeñan en llamarnos racistas y xenófobos a todos los demás, ellos que alardean justamente de su capacidad de generar odio. En el fútbol español, desde siempre, se acogió el talento extranjero, empezando por Puskas y Kubala, este último llegando a defender a España como jugador y como seleccionador. Por no hablar de Di Stéfano y de tantos y tantos futbolistas que finalmente se quedaron a vivir en este país maravilloso llamado España.
No busquen tampoco problema en la piel de Dios. Nunca tuvimos conflictos con ellos, ni con Antonio Machín, uno de los cantantes más celebrados en la España de los cincuenta y sesenta, o con Pepe Legra, campeón del mundo del peso pluma, y ya más reciente con Donato, el eterno, o Senna, ambos brasileños nacionalizados españoles y defensores de nuestra camiseta nacional.
Nunca hubo complicaciones, amigo Illa, ni con la procedencia ni con la piel. Esos pleitos los creáis vosotros. El conjunto de los españoles vive feliz alejado de la mezquindad estéril de politizar el fútbol. No cabe duda de que el éxito deportivo de la España de los últimos tiempos es el reflejo de una transformación, que, por cierto, viene de muy lejos. Un cambio que se operó en la sanidad, en los colegios, en la cultura, en la alimentación y en las estructuras deportivas. Lo que ahora vemos es la cosecha de años pasados.
Nico Williams y Yamal son hijos de una España que viene acogiendo de manera natural, desde hace décadas, a gente de todo tipo. Como en su día ocurría con los españoles que echaron raíces en América o en Europa. Ellos nacieron aquí y poner el acento en su singularidad, más allá del talento futbolístico, sí que es ejercer racismo. Ellos dos son como el resto de los futbolistas. Ya lo de tratar de distinguir vascos de los demás españoles es de coña, no merece la pena perder un minuto en ello.
Más allá de las mezquindades de una minoría, la mayoría natural de este país ha celebrado el fin de semana a los éxitos de nuestros futbolistas, del tenista Alcaraz, del golfista Sergio García o de los tripulantes de la Said GP, la Fórmula 1 de la vela, en la que también nos proclamamos campeones del mundo el domingo. Más allá de ello, digo que la España real es la que juega, gana y disfruta. La alegría del conjunto de los españoles cuenta con el valor de que lo repitamos: jugar, ver, disfrutar y ganar… y quien se amargue con ello, pues ya sabe…
Nota final: Aunque lo gordo, lo gordo, es lo del fiscal general. En cualquier otro país ya habría dimitido y se hubiese abierto una crisis en el Ministerio de Justicia. Es la evidencia de que vivimos el peor momento de la historia reciente en materia de respeto a los consensos democráticos. Por eso algunos descerebrados tienen eco con sus tonterías sobre la selección española de fútbol. Me imagino que la selección de fútbol favorita del alcalde de Pamplona será la de Vietnam.