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TRIBUNAAntonio Bascones

El quijotismo español

Es un tema reiterativo que sucede en este país y es clásica la frase de Otto von Bismark de que «la nación más fuerte del mundo es sin duda España. Siempre ha intentado autodestruirse y nunca lo ha conseguido. El día que deje de intentarlo volverá a ser la vanguardia del mundo»

Actualizada 01:30

Una de las cualidades que ha recibido más leyendas y páginas escritas en la sociedad española, es la del quijotismo. Nada hay más atrayente que esta idiosincrasia, reservada para ciertas personas, pueda influir en una buena parte de la colectividad.

Los Quijotes de España, Unamuno y Cervantes, como clásicamente se conocen, los Don Miguel, pasean su quijotismo por el mundo, defendiendo entuertos y malheridos, luchando con la penuria, la pobreza y la injusticia en aras de un mejor entendimiento entre las gentes. Hoy día no hay muchos soñadores, pero cuando aparece uno de ellos, es como la flor que brota en un campo yermo. Es una bocanada de aire limpio, un hálito de vida, un viento de libertad, unas opiniones emancipadas de lo que se ha dado en llamar pensamiento único y que, cuando surge, nos lleva a un plano superior, como si desde una atalaya estuviéramos oteando el paisaje y el paisanaje. Ponemos tierra por medio y vemos los problemas y sus soluciones bajo un prisma distinto.

Toda la obra escrita por nuestros literatos, los Don Miguel, lleva a defender los valores y la ética que hoy día está desterrada de la sociedad, de los ramplones de miras, de los estrechos de mentes, de los miserables de corazón y, en una palabra, de los cicateros de generosidad. «¡Dios no puede volverle la espalda a España! ¡España se salvará porque tiene que salvarse!» fueron las últimas palabras que Don Miguel de Unamuno pronunció poco tiempo antes de morir. En mi cabeza centellean de cuando en cuando, al recordar y ver como lo que está pasando, en la historiografía de España, se repitió hace años. Es un tema reiterativo que sucede en este país y es clásica la frase de Otto von Bismark de que «la nación más fuerte del mundo es sin duda España. Siempre ha intentado autodestruirse y nunca lo ha conseguido. El día que deje de intentarlo volverá a ser la vanguardia del mundo». Pensar sobre el trasfondo de esta reflexión nos hace ver la miopía de las gentes, y de algunos políticos que toman decisiones que a todas luces están equivocadas y que, las personas normales ven como la honradez se va hundiendo en las aguas pantanosas, en la ciénaga e inmundicia de las resoluciones.

Pienso frecuentemente como un país que ha llevado la cultura, la religión, el idioma a tantos lugares, que se ha mezclado con personas con las que nada tenían que ver anteriormente, que ha creado universidades a lo largo de todo el mundo y, en fin, que ha sabido transmitir un pensamiento y una civilización diferente haciendo que fueran ciudadanos de igual nivel que los de España, está agostado y, por qué no decirlo, agotado también. Las primeras leyes aboliendo la esclavitud fueron decretadas en Sevilla por la Reina Isabel la Católica allá por el año 1500 y se añadía en el decreto que se devolvieran las tierras que tenían y que eran de su propiedad. Se consideraba que todos eran súbditos de la corona al mismo nivel. España fue una adelantada. No conozco otro imperio que haya sabido imprimir estas cualidades allá donde fueron y que al mismo tiempo estén tan poco orgullosos de su herencia. Muchos de nuestros habitantes compraron la leyenda negra y otros países, envidiosos de lo que fuimos, la extendieron por doquier. Nada más falso. No se puede juzgar, con los ojos del momento actual, la historia pasada hace más de 500 años. Si no fuéramos quijotes no habríamos hecho esta hazaña. No hace falta nada más que cruzar los Andes en avión y pensar como aquellos españoles olvidados, a caballo y con pertrechos, hicieron lo mismo. La envergadura de lo que se ha realizado deja pequeña cualquier otra proeza. Recorrer estos países, visitar sus palacios, iglesias, plazas, universidades empequeñece cualquier otra obra humana y si a esto le añadimos la cultura, las leyes, el idioma, la organización administrativa, el orgullo de lo que hicimos debería ser mucho. A los que critican esta obra les aconsejaría viajar por estos países, hablar con las gentes, imbuirse con su cultura para ver en su justa medida la realidad. En suma, para ver donde está el manido comentario sobre el oro que se robó. Se encuentra en las iglesias y en los palacios, en las universidades y en las casas solariegas.

Por eso, quiero desde estas breves líneas, defender el quijotismo español, su generosidad y abnegación, su capacidad de sacrificio y su solidaridad allá donde estemos, sea Hispanoamérica o cualquier otro proyecto de nuestras organizaciones, fuerzas de apoyo, profesores, médicos con vocación o jueces justos que ejercen sus trabajos con honradez y probidad. Si no se es quijote es imposible hacer lo que hicimos y lo que hacemos. Es necesario una vuelta a la ingenuidad, al idealismo, a la honradez y al orgullo de hacer las cosas, porque así lo aprendimos de nuestros antepasados, sería una buena actitud ante la vida y seríamos más felices.

  • Antonio Bascones es presidente de la Real Academia de doctores de España
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