Disparar a todo lo que se mueve
Martín Luther King decía que «Nuestras vidas empiezan a acabarse el día que guardamos silencio sobre las cosas que realmente importan». Es necesario tomar partido por las cosas, identificarse con los problemas, dar una respuesta correcta plena de valores éticos
Llevamos unos años en que el objetivo es destruir, anular todo lo que se mueve y todo lo que personifica un adarme de independencia. Se derriba la cultura, el conocimiento, los valores, todo aquello que significa un brote de libertad, de pensamiento diverso. Se quiere llegar a la ideología única y uniforme que coincida con el prócer que dirige con esmero los pasos y el camino que debemos seguir. Eso sí, sin salirnos de las lindes del sendero marcado. De esta manera, seremos más felices.
Hace ya muchos años, George Orwell retrató estas actitudes con frases como «Si el líder dice de tal evento no ocurrió, pues no ocurrió». «Si dice que dos y dos son cinco, pues dos y dos son cinco. Esta perspectiva me preocupa mucho más que las bombas». «Si la libertad significa algo, será, sobre todo, el derecho a decirle a la gente aquello que no quiere oír». «El partido quiere tener el poder por amor al poder mismo». Todas estas frases, y muchas más, reflejan muy claramente lo que está sucediendo en incontables países, especialmente en España. No hace falta leer las noticias, y ver ciertos modales, para darse cuenta de que el camino por el que transitamos no es el mejor para dejar a nuestros descendientes.
Ante la denuncia hay que negar y atacar. No hay mejor defensa que un buen ataque. Lo triste de la situación es que conocer todos estos hechos no hace cambiar de forma de pensar a muchos, especialmente a los que presumen de pensamiento único. Así es muy fácil progresar. Con estos mimbres mal se pueden hacer buenos cestos. El líder dijo que dos y dos son cinco y no somos nosotros nadie para discutírselo. Alguna razón tendrá para decirlo, pensarán muchos, mientras que otros que, sí hacen cuentas, miran para otro lado evitando tomar posición, no vaya a ser que me quede sin bicocas.
Por todos lados que se mire el empecinamiento es la regla. La contumacia de los protagonistas pasa por encima de los valores y principios que toda actuación debe tener. No hay líneas que delimiten donde esta lo bueno de lo malo y los corifeos al uso aplauden sin miramientos relativizando todo lo que ven y oyen. «Por algo será». «Y tú más» y, con esto, cierran la puerta a cualquier atisbo de razonamiento.
No se trata ya de ser de derechas o de izquierdas, sino de tener un mínimo de lucidez, de comprensión y de reflexionar sin prejuicios ni ideologías. Aquellos que van de caza, están preparados para disparar sin siquiera apuntar. Algo se vislumbra en la lejanía en que atisbamos una pizca de libertad, de idea fuera del contexto uniforme y disparamos. Se salen del grupo pensante y ya, por eso, son pieza de caza. La ideología es consubstancial con nosotros y por eso no nos detenemos a pensar si es o no correcta. Simplemente es necesario cortar por lo sano, no dejar que brote la inteligencia ni las ideas que señalen una especial clarividencia apartada de la norma. Así, de esta manera, se van cortando los principios y los valores que toda la sociedad debe tener. En pocos años la habremos cambiado y una generación nueva, que nada tiene que ver, no conocerá nunca los fundamentos que rigieron la comunidad en la que sus padres nacieron y se educaron. Ha cambiado todo. Se ven las cosas de distinta manera.
Por todo esto tengo mi esperanza en la educación. El profesor enseña, pero es el maestro el que, con su ejemplo, modela y esculpe la personalidad del alumno. En este punto radica la verdad de la sociedad que debe desterrar la palabra vale. Este vocablo además de tener una impronta inocente en nuestras conversaciones, tiene también el valor de relativizar todo lo que ocurre ante nuestra vista y, es por eso, que debe desaparecer de nuestra terminología, de nuestro repertorio conceptual.
Martín Luther King decía que «Nuestras vidas empiezan a acabarse el día que guardamos silencio sobre las cosas que realmente importan». Es necesario tomar partido por las cosas, identificarse con los problemas, dar una respuesta correcta plena de valores éticos. Muchas personas guardan silencio y otras no ocultan su oposición a la Verdad con mayúscula. Es uno de os grandes valores que debemos preservar, mantener e inculcar a nuestros jóvenes. Sin verdad la sociedad se consume, se corrompe. Es algo que a los niños debemos inculcar desde su comienzo evitando que dilapiden este gran tesoro. Debemos combatir con todas vuestras fuerzas a quienes tratan de empecinarse en que la verdad es otra. Solo hay una forma de entenderla. La verdad siempre es la verdad, la diga Agamenón o su porquero.
- Antonio Bascones es presidente de la Real Academia de Doctores de España