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Perro come perroAntonio R. Naranjo

Más policías para proteger a Begoña que guardias civiles en Barbate

La España de Sánchez dedica más tiempo a perseguir a Nacho Cano que a acabar con tramas corruptas o narcotraficantes

Actualizada 12:27

Chaves y Griñán se creen Mandela y Marcos Ana, dos presos políticos legendarios, pero se acercan más a Bonnie and Clyde o a Rinconete y Cortadillo, por no escaparnos del costumbrismo español, que tuvo en los ERE andaluces una demostración de acervo.

Solo en la España sanchista se mandan más policías con Begoña Gómez o contra Nacho Cano que a pelear con los narcos en Barbate, y solo en esa España chusca, hortera, predemocrática y chula se amnistía a golpistas, se traslada a etarras para que los homenajeen en casa y se convierte en mártires a los cabecillas de la peor corrupción de la historia.

Los dos presidentes andaluces lo fueron también del PSOE, lo que convierte su pucherazo en el Constitucional en un favor que Pedro Sánchez se hace a sí mismo: para borrar los antecedentes de una organización que perpetuó un poder clientelar en Andalucía durante treinta años y fue el mayor granero de voto socialista en toda España.

Pero quizá también para configurar un modus operandi en el Tribunal de Orden Público del Régimen cuando llegue el momento de salvar a la soldado Bego, a Koldo y tal vez el propio Sánchez.

El sicariato de Conde Pumpido, similar al del fiscal general del Estado, ha convertido algo tan noble y relevante como ser guardián de las esencias constitucionales en serlo de las miserias, apaños, trampas y corruptelas de un cacique, sin el más elemental pudor que requieren incluso los encargos criminales finos.

Porque esta impunidad a pasado y a futuro ha sido firmada por tipos que estaban en el Gobierno y se fotografiaban con Chaves en la playa, con la panza esplendorosa luciendo; o eran galardonados por Griñán; o participaron en la instrucción del caso; o fueron promovidos al Tribunal por el Parlamento andaluz. O todo ello a la vez, junto, revuelto y de algún modo remunerado.

La extinción de los ERE en un país que asfixia a pagos, impuestos, tasas, recargos, multas y sanciones a tanta buena gente, y después la insulta por no votar lo correcto, es una tragedia para la democracia, pero también un aviso a navegantes: Sánchez ya no disimula su espíritu siciliano y no le basta con auxiliar a sus lacayos; además aspira a acabar con los disidentes.

La comparecencia de Chaves en la sede del PSOE fue un desafío a esa virtud humana tan necesaria como la vergüenza, pero también una amenaza delegada por su patrón: no les basta con salvar el trasero con una componenda infame ejecutada por sus criados con toga; además quieren exterminar toda disidencia que se oponga a un nuevo orden, una nueva justicia y una nueva democracia definida en un único artículo, el 33, redactado por Sánchez en persona.

Si desviar 680 millones de euros de fondos públicos, forrarse con mascarillas colocadas mientras las morgues se saturaban, montarle una cátedra a la esposa y una orquesta al hermano no es nada, nada será tampoco cambiar el Régimen si las circunstancias obligan a acabar con la pose, cada vez peor disimulada, de que se respeta un poco aún el Estado de derecho.

Sánchez ha vendido su alma al diablo, y solo puede sobrevivir en el infierno. Ya solo le falta poner al Tito Berni de ponente de la ley de abolición de la prostitución y cerraremos el círculo.

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