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LiberalidadesJuan Carlos Girauta

Los sucios réditos de la pandemia

Sabemos que Koldo García, pronto Koldo sin más, solo fue la pieza venal y pintoresca más fácil de sacrificar por una trama cuya extensión estamos lejos de conocer

Actualizada 01:30

Vieron en la pandemia una oportunidad. A veces de negocio, como Koldo García y Úrsula Von der Leyen; a veces de incremento de poder a base de excepciones al catálogo liberal de derechos y libertades. El ejemplo más vistoso de lo último fue, claro, el sanchismo. En materia de negocios sobrevendidos al amparo de la opacidad que procuraba la general emergencia —e incluso el terror—, sabemos que Koldo García, pronto Koldo sin más, solo fue la pieza venal y pintoresca más fácil de sacrificar por una trama cuya extensión estamos lejos de conocer. Todo se andará. De la misma opacidad por terror paralizante ante la nueva peste se valió la presidenta de la Comisión Europea. El Tribunal General de la UE ha reprochado a la alemana su falta de transparencia en la compra de vacunas. La resolución llegó a tiempo de evitar su reelección, pero, lejos de pagar el debido coste político, la democristiana woke fue premiada. Hurtar al escrutinio público los textos relativos a las contrataciones, ocultar los mensajes personales entre la presidenta de la Comisión Europea y el director general de Pfizer le ha parecido algo de lo más normal a la mayoría del Parlamento Europeo: populares, socialistas, sedicentes liberales, verdes, más un número de indeterminado de comunistas que compensó ciertas deserciones del Grupo del PPE.

Solo que en esos mensajes personales que la alemana ha escondido se negociaba directamente una transacción de hasta 1.800 millones de dosis de vacunas. Por muy woke que sea el New York Times, todavía hay clases, así que el diario de referencia de la izquierda estadounidense denunció ante la Justicia a la Comisión Europea. Sánchez creerá que se trata de un pseudomedio con máquina del fango y lawfare; adviértanle, asesores, antes de que meta la pata. Fue el New York Times el primero en informar de que Von der Leyen había negociado por sí, y sin encomendarse a nadie, vía llamadas y mensajes de texto, el contrato más oneroso jamás firmado por Uropa (llamaremos así a la UE de Kolda): 35.000 millones de euros. Cuando otros medios empezaron a husmear, la réplica oficial fue que los mensajes de texto se habían borrado. La encargada de esta respuesta, paradigma de la opacidad, fue la comisaria de Transparencia.

Y si la oportunidad fue de negocio para muchos, de Koldo a Úrsula («yo a las cabañas bajé, yo a los palacios subí»), para Sánchez lo fue de recorte de libertades, iniciando unas medidas coyunturales anticonstitucionales y una narrativa que perdura porque se ha tornado estructural. Su primer indicio serio, dejando aparte los sermones del autócrata en televisión con la gente encerrada en sus casas, lo encontramos en las palabras del Jefe de Estado Mayor de la Guardia Civil en comparecencia pública: «Trabajamos para minimizar el clima contrario al Gobierno». Han pasado cuatro años y los órganos e instituciones volcados a esa tarea antidemocrática son ya casi todos, empezando por una prensa ansiosa de borrar del mapa a competidores disidentes.

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