La industria de la solidaridad (consigo mismos)
Cuando se han realizado pruebas de ADN para conocer la edad de grupos de menores no acompañados, las dos terceras partes de los niños tenían unos veinticinco años. Ahí algunos poetas ya se han consagrado, algunos conquistadores ya han pasado a la historia y el ser humano está en su plenitud física
La ventaja de ser opinador en vez de informador es que no estás obligado a aportar el dato, la fuente, el detalle. Es más, se agradece que no lo hagas. Ni quién, ni dónde, ni cuándo. Ni cuánto, subrayo. Como «cuánto» no empezaba por doble uve, se la escamotearon a los estudiantes, cuando es lo más importante. Sobre todo en España, donde las noticias deberían responder inmediatamente, por este orden, a cuánto y quién. Por ejemplo: 35.000 millones, Úrsula. Punto. Ya luego si quieres escribes «vacunas» (el qué), y «por to lo que es Uropa» (el dónde). El porqué no se consignaría, puesto que siempre es porque sí.
Y ahora voy a lo de los menas, a dejar unos trazos con sus correspondientes trazas, cuya trazabilidad trazará el lector si le apetece. Si desconfía, allá usted. Lo prudente sería creerme, no acusarme de inventar datos con la excusa de que no estoy sometido a las uves dobles. Pero si me obligan iré a buscar las fuentes pese a mi contrastada credibilidad. Gracias. Sí, ya te digo. Con la modestia, cuidado.
Voy. Cuando se han realizado pruebas de ADN para conocer la edad de grupos de menores no acompañados, las dos terceras partes de los niños tenían unos veinticinco años. Ahí algunos poetas ya se han consagrado, algunos conquistadores ya han pasado a la historia y el ser humano está en su plenitud física. Hay otra característica que no precisa mucha investigación: el sexo. No el género, categoría gramatical y palabra fetiche de una ideología. El sexo. Cuelga o no cuelga. La inmensa mayoría de esos dos tercios de personas mayores de edad y fuertes mezcladas con un tercio de menores de edad son varones. Inmensa mayoría, repito: las niñas son una diminuta excepción.
No viajan en pateras llenas de Mauritana a España. Eso es casi imposible. En patera hacen una mínima parte del trayecto, que transcurre casi todo en un barco nodriza que los suelta a veinte millas de Canarias, o en un barco de valientes solidarios de oenegés que recogen pateras a veinte millas de su puerto de origen y navegan novecientas millas para atender en España a los ocupantes. Una cosa normal. Los llamados menas pagan varios miles de euros (alrededor de seis mil) para entrar ilegalmente en nuestro país. ¿Conocen muchos menores con seis mil euros en España? Pues imaginen en el Magreb. Raro. Las oenegés, mientras se ponen medallas y se emocionan, se lo llevan crudo; 50 millones al año, por ejemplo, la que acaba de salir en los papeles negándose a identificar a los «menores». Es una industria de la desesperación y de la demagogia. Trapiello ha manifestado «asco» hacia Vox por negarse a seguir con la farsa. Prueba de que hasta los más lúcidos y honrados se encuentran a veces con los pies metidos en la charca de la mentira colectiva, agradeciendo el calorcillo de poder coincidir de nuevo en algo con la izquierda: «¡Que asco dan!»