Su pedestre concepto del poder
En favor de la catástrofe trabajan factores como una izquierda que ha retomado el discurso fratricida (y aun genocida: pronto hablaremos de La Ser y sus tristes humoradas sobre volar el Valle de los Caídos en domingo, para que haya más gente)
El poder mayor al que puede aspirar un hombre es aquel que le hace señor de sí propio. Hay un requisito previo para ser soberano de sí: el conocimiento de sí. De ahí que el fundamento de la sabiduría occidental toda se localice en el «Conócete a ti mismo» del pronaos de Delfos. Y de Sócrates. Cuando vas conociéndote, igual no te gustas y decides entregar tu destino a una causa abstracta, siendo la más vil aquella que maneja sin humanidad el término Humanidad, con su mortífera variante socialista. Por cierto, ahorrémonos divagaciones: cuando digo socialista sin más, me refiero a lo que trae la izquierda a partir de Marx. Excluyo pues el socialismo utópico e incluyo del comunismo a la socialdemocracia, así como el alardeo moral de «los socialistas de todos los partidos», feliz hallazgo que no pierde vigencia.
Cuando un ser apenas formado intelectual, social y espiritualmente alcanza lo que la plebe, siempre errada, considera «el poder» (brillando mortecinas en esa plebe nuestras élites), puede que la historia se lo sacuda como el perro se sacude una mosca con el rabo, y que no pase nada. O puede ser que el perro no se lo sacuda y se líe. En España se puede liar muy gorda. En favor de la catástrofe trabajan factores como una izquierda que ha retomado el discurso fratricida (y aun genocida: pronto hablaremos de La Ser y sus tristes humoradas sobre volar el Valle de los Caídos en domingo, para que haya más gente). En la misma línea opera una convicción que les perderá: la de no estar sujetos a la ley ni a la Justicia, la de concentrar todos los poderes del Estado por el mero hecho de ostentar –detentar ya– el Gobierno.
Me he reído mucho leyendo lo que le hacen decir a Patxi Nadie. Difunde argumentario el pobre tras la citación del autócrata como testigo en el procedimiento donde la señora Ceaucescu está investigada. Con la misma autoridad que tendría yo si diera una lección magistral de cirugía cardiovascular, exclama Patxi Tábula Rasa, al que iremos corcheteando: «Hay dos informes de la Guardia Civil que dicen que no hay nada [¿y qué]. No hay caso. El fiscal no acusa a Begoña Gómez de nada [porque es un órgano jerárquico y su jefe es un esforzado sirviente de Sánchez a punto de rendir cuentas él mismo ante la Justicia]. No hay caso. Los testigos no la implican en nada [falso, sin proponérselo la implican]. No hay caso. En la documentación no aparece nada [falso, hay documentación sabrosa]. No hay caso».
Creo que quieren transmitir la idea de que no hay caso. Pero el autócrata no es dueño de sí y la ira le cegará cuando el juez Peinado le interrogue. ¿Le hará reconocer que activó el código rojo? Es posible, persuadido como está Sánchez de «mandar», en el sentido que le dan al verbo los gañanes, los abusadores, los últimos de la clase y los cobardes hinchados.