El PP declaró la guerra a Troya
La vicepresidente Montero, ante el voto negativo de Junts en el Congreso, dos suspensos imprevistos al techo de gasto y a la ley de Extranjería, acusó públicamente al PP de ser culpable. ¿Le ha picado una mosca perversa?
No hay infidelidad, secuestro, apaño amoroso y guerra como en la leyenda. No sé si Marisu Montero sería capaz de situar Troya en un mapa mudo, que no creo, ni si conoce la obra de Giraudoux, de 1935, sobre Troya, una alerta ante la que sería segunda guerra mundial, pero si la dejan hablar Marisu acusaría también al PP de iniciar la larguísima y cruel guerra de Troya. Le acusa de todo. No se quedaría atrás la portavoz del Gobierno, qué Alegría, que emplea sus comparecencias tras los Consejos de ministros para atacar a la oposición; ya le cuesta alguna sanción, pero ella a lo suyo. Y seguirían la ronda de los ataques esos ministros y ministras que nadie conoce y tienen que hacerse notar por algo que nunca es trabajar en la gestión que les concierne. No dan una, oiga.
Marisu Montero, como Begoña Gómez, alzaba los brazos y daba saltos de gozo aquel 23 de julio de 2023 celebrando haber ganado las elecciones pese a haberlas perdido. El grito fue «¡Somos más!», metiendo ya entonces en el condimento político todas las salsas de grupos políticos de derecha extrema, derecha, izquierda radical, anti España y herederos del terror, para confeccionar una falsa «coalición progresista» y así poder vender España a sus enemigos y, de paso, parece, conseguir unos y otros ciertos negocietes que el tiempo hace que se olviden. ¿Se investigaron las compras de mascarillas por Illa a amiguetes y paisanos cuando era titular de Sanidad? Y si se hizo ¿en qué acabó? ¿Se investigaron en Baleares las actuaciones y compras en pandemia? ¿Y en Canarias? Ciertos dirigentes regionales socialistas derrotados en las urnas fueron ascendidos, y mucho. ¿Pactos de silencio? Hay tal sucesión de porquería acumulada que una nueva tapa a la anterior y se hace olvido. Así nos va.
La vicepresidente Montero, ante el voto negativo de Junts en el Congreso, dos suspensos imprevistos al techo de gasto y a la ley de Extranjería, acusó públicamente al PP de ser culpable. ¿Le ha picado una mosca perversa? ¿Qué tiene que ver? ¿Es que tenían que votar los del PP a favor para salvar el culo a Sánchez? La catadura de Sánchez, su suficiencia, su falsedad patológica, le hacen verse superior a los demás. Un día se percatará de que es un pobre diablo con suerte, colocado en unas circunstancias singulares, rodeado de personajillos que nunca se habían visto con poder, y cuyo éxito se basa en no creer en nada y, además, lo que cree en un momento puede darse la vuelta como un calcetín. Pero cuando abra los ojos ya será tarde. Acaso acabe peor de lo que piensa, ante un juez y no como testigo.
Junts no actúa a lo loco. A Puigdemont se le puede acusar de todo, pero no de engañar. Lo que ocurre es que la amnistía, ese horror constitucional, no estaba clara para Puigdemont desde un principio, y ahora él mismo lo percibe. Nadie se engeñe: el deseo del prófugo y sus planes desembocaban en ser de nuevo presidente de la Generalidad recibido en Barcelona como un héroe. Ahora ve que Sánchez apuesta por ERC para salvar a un tipo mediocre como Illa, y él se queda en la cuneta. Es un anticipo de lo que ocurrirá con el PNV cuando Sánchez apueste por Bildu. Ortuzar tiene mucha política detrás para ser tan ingenuo. Se equivocó en la moción de censura amañada de Sánchez contra Rajoy y no ha cambiado el paso. El dueño del calabozo es Puigdemont y encierra en él a Sánchez o le da libertad. El prófugo es la horma del zapato del monclovita: como lo único que le importa es volver a lo que fue, no perdonará a Sánchez. Está en las peores manos.
Los continuos ataques de los ministros a los jueces, y al juez Peinado en especial, incluso en las comparecencias tras los Consejos, suponen una aberración. Hay jueces que no se amedrentan, y se ve. Aunque el ministro de tanto, y también de Justicia, asuma la indignidad de atacar y tratar de desprestigiar el trabajo de un juez. Y los ataques a los periodistas también suponen otra indignidad. Tampoco se amedrentan. Los que mandan tienen el aplauso de los sumisos y «sobrecogedores». Los periodistas informan recabando datos y conociendo hechos. Y los jueces investigan siguiendo unas denuncias y unos trámites. Nada hay de anormal salvo que nos enfrentamos a personajes que se creen inmunes e impunes, apoyados por unos coros de palmeros que en otro tiempo se mostraban como adalides de la honradez y contra la corrupción. Y ya no pueden.
Y nadie recuerda que la expansión del «caso Begoña» la inició el propio Sánchez con su carta y sus días de meditación. Entonces comenzó a ser noticia internacional por la posibilidad que se manejó en las cancillerías de que el presidente dimitiera. La estrategia de Sánchez fue un desastre si lo que quería era que los de su casa y su familia quedasen en un ámbito discreto.
Marisu, vice, a ver si nos adelantas cuál será el caballo de Troya, tú que adelantaste aquello de «¡Somos más!» la noche en que el socialismo perdió las elecciones. Investiga. Te aseguro que vuestro caballo de Troya ya existe.