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19 de septiembre de 2024

Vidas ejemplaresLuis Ventoso

Ejerza su libertad, no vea a Broncano

¿Por qué tenemos que pagar con nuestros impuestos a un cómico de cámara puesto ahí por Sánchez para trabajar por el régimen socialista-separatista?

Actualizada 11:43

El valenciano Pablo Motos Burgos, de 58 años, locutor, presentador y productor, reina desde hace tres lustros en el horario estelar de nuestra televisión. Empezó en la radio y en 2006 probó a hacer en la Cuatro una versión televisiva de su programa, ‘El hormiguero’. Se convirtió enseguida en un éxito y en 2011 lo fichó Antena 3, una de las dos cadenas del cuasi duopolio, que se reparte con Telecinco el bocado del león de la televisión privada.

Es decir, Motos empezó con ‘El hormiguero’ en la época de Zapatero, siguió en la de Rajoy y ha llegado a la de Sánchez, siempre con la audiencia convirtiéndolo en líder y sin problemas con el poder hasta que ha llegado ese que saben. La propuesta de Pablo Motos, un animador de barbita pelirroja, bajito, enjuto y distendido, es bastante blanca. Su espacio trata tan solo de entretener, con alguna entrevista de interés de por medio algunas veces y sin meterse en demasiadas honduras.

Sin embargo, una vez que Sánchez ha polarizado como nunca antes la política española y ha faltado a su palabra como jamás se había visto, se empezó a notar que el tal Motos no comulgaba con el régimen socialista-separatista. No lograban venderle la moto. Y no es que se distinga por una crítica frontal y desaforada. En realidad no va más allá de algún pellizquito, de alguna pregunta bien hecha o de contar con algún invitado contrario a Sánchez. Pero el nivel de servilismo, autocensura y comunión con la ideología «progresista» obligatoria es tal, que el simple hecho de no sumarse a la grey del correcto credo, de no arrastrarse como un Fortes o una Intxaurrondo, le ha costado el señalamiento de la izquierda.

Primero buscaron su muerte civil, desacreditándolo ante el público con una intensa campaña que lo tachaba de machista patológico. No cuajó. Sus audiencias seguían siendo fabulosas. Incluso logró su pico en junio del año pasado con una entrevista a Feijóo, que obtuvo una cuota de pantalla del 25,9 %. «Hasta aquí podíamos llegar», se dijo Sánchez, y lanzó un nuevo plan para anular al comunicador molesto. Ordenó a TVE que contratase a golpe de talón a un cómico de izquierdas fogueado en la Ser, David Broncano, jienense de 39 años, barbado, de ojos saltones, aritos guays en las orejas y humor faltón, con la única misión de contraprogramar a Motos desde La 1 y reducir así el número de españoles que ven cada noche al peligroso disidente fachosférico.

Lo que acabamos de contar supone otro abuso político, que muestra, una vez más, como el presidente Sánchez está convirtiendo España en un régimen de ribetes bananeros, donde todos nos vemos sometidos a la arbitrariedad del aprendiz de sátrapa.

El tal Broncano se la pegaba cada noche en Movistar, con una audiencia de solo 30.000 espectadores para su propuesta, esa que la publicidad de TVE presenta como «callejera, canalla y transgresora» (siempre me sorprende que la izquierda haya convertido la canallada en una categoría positiva). Pero a pesar de que no rascaba pelota, por orden de la Moncloa todos los españoles le vamos a pagar 28 millones por dos temporadas en La 1. Todo esto acontece en un país donde Felipe VI recibe 8,4 millones para el sostenimiento de la Casa del Rey. Nos gastamos más en el cómico de Sánchez que en el mantenimiento de la jefatura del Estado. La operación ha sido tan escandalosa que se llevó por delante hasta a la presidenta interina de RTVE y a dos altos directivos de la corporación pública.

El señor del castillo ordena a sus súbditos que le paguen un nuevo bufón de cámara, porque hay otro que le molesta con sus pullas. Esto es lo que ha pasado. Sin que nadie nos pregunte, usted y yo nos vemos forzados a destinar al cómico de Sánchez el dinero que nos saca del bolsillo una fiscalidad confiscatoria. El Gobierno socialista no solo nos fríe a impuestos, sino que además los usa para hacer propaganda en todos los frentes, incluso en el del humor televisivo.

Esta semana ha comenzado la liza Motos-Broncano en el horario estelar. Es un deber de los españoles que quieran reivindicar su libertad y su dignidad no sintonizar jamás con el programa en La 1 del cómico que nos ha impuesto ahí el dedazo de Sánchez. Su muy probable pinchazo, porque además el hombre anda corto de gracia, probará que no somos ovejas prestas a ser pastoreadas por un Gobierno que quiere controlar hasta con qué nos reímos.

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