Están machacando a los chavales
Les presentan un mundo al borde del apocalipsis climático, les fomentan dudas sobre su sexualidad, les niegan a Dios y les proponen una igualación a la baja
No hay nada que comprometa más el futuro de un país que una epidemia de pesimismo y victimismo generalizado. Si crees que el mundo mantiene una conjura contra ti, si no crees en tus posibilidades de dirigir tu vida, de ir a más y ascender en la escalera social, entonces lo lógico es que no lo hagas. ¿Para qué me voy a molestar en esforzarme si soy una víctima, topada por un techo de cristal que sé que jamás podré superar?
Los españoles del siglo XX no tenían las comodidades de hoy ni por asomo (por ejemplo: ¿cuántas casas contaban con calefacción y aire acondicionado?). Ni tampoco las posibilidades de estudiar que existen ahora. Pero tenían algo que empieza a faltar: esperanza, en ellos mismos y en su país; y capacidad de sacrificio para intentar conseguir sus sueños, el principal de los cuales era dar a tus hijos lo que tú no habías tenido. El resultado es que en el franquismo y en los primeros años de la democracia el ascensor social funcionó como nunca.
Hoy en España se practica una política que está sustituyendo la esperanza por la queja. Además se está desarticulando la comunión con el proyecto común de la nación, que se desdibuja con fórmulas que llaman «confederales», promovidas por minorías separatistas por la debilidad de un presidente populista de izquierda, oportunista y felón.
Las principales víctimas de toda esta oda al victimismo, al rencor social y al antipatriotismo son los jóvenes. Decirlo puede parecer una boutade, pero no me cambiaría por los chavales de ahora. Les están poniendo la cabeza como una jaula de grillos. Los están machacando con las políticas del alarmismo climático, la desesperanza y hasta la propia negación de Dios.
Lo primero que les están inculcando es que el mundo se puede ir al carajo en unos años por el cambio climático. Se exageran los datos por un móvil político –el alarmismo con el clima es el nuevo credo de una izquierda carente de ideas para la vida real de las personas– y se pinta un apocalipsis inminente, discutido por muchos científicos perfectamente sólidos. Algunos chavales ya no quieren tener hijos, porque el planeta no tiene futuro, o sufren al subirse a un avión o comprar una botella de plástico, pues están «atentando» contra el medioambiente.
Lo segundo que está haciendo la izquierda española a nuestros jóvenes es robarles su propio país. España no existe. El referente es la comunidad autónoma. En el País Vasco o Cataluña directamente se les inculca el odio o el desprecio a España. Se ven obligados a estudiar la geografía y la microhistoria regional y se les niega el conocimiento de su propio país y de su pasado, que solo se aborda para contarles una fábula maniquea de una izquierda seráfica y una derecha criminal hasta lo imperdonable.
En el plano económico no se les anima a competir en la vida, hacer grandes carreras para ganar bien y ofrecer las mejores posibilidades a sus familias, avanzando en el escalafón social. Todo eso es facha. La izquierda gobernante les dice que los beneficios empresariales son «obscenos», que el mérito y el esfuerzo son retrógrados y poco igualitarios.
Con el mayor paro juvenil de Europa, la izquierda gobernante no les ofrece propuestas económicas para intentar que existan más empresas potentes que puedan ofrecerles más trabajo. Lo único que les da son paguitas, que no les permiten para nada armar unas vidas propias, pero que le sirven al poder para intentar comprar sus voluntades electorales («qué majo es Sánchez que me paga el Netflix»). La filosofía de la vida que se les ofrece es la de la igualación a la baja. Conformarse con poco, vivir en camiseta y chanclas desde la adolescencia a la ancianidad, no tener hijos –que son caros y exigen responsabilidades– y odiar a todo aquel que se haya esforzado y prosperado, que deberá de ser clasificado como «rico» o «fachita». Quieren unos jóvenes tristes o deprimidos (la famosa «salud mental», nuevo mantra de la izquierda), atontados por sus móviles y sus tiktoks, sin capacidad de juicio crítico y bien adocenados en la subcultura «progresista».
La izquierda gobernante les crea incluso dudas psicológicas sobre su propia sexualidad. Y además se está dando un fenómeno que la corrección política impide citar en alto: la versión politizada y un poco histérica del feminismo que se está aplicando ha creado enfado e inseguridad en muchos jóvenes varones (que además si tienen un problema en una relación sexual privada son de entrada culpables, por unas leyes que han liquidado la presunción de inocencia masculina). Pero citar esta realidad es el summum de la fachosfera.
Por último, y tal vez lo peor, sobrevolándolo todo aparece la negación absoluta de Dios. La izquierda gobernante es alérgica al hecho trascedente y uno de los pasatiempos predilectos de sus entretenedores de cámara son las mofas del cristianismo (con otras creencias, que tienen a las mujeres pata quebrada y en casa, ese audaz sentido del humor «progresista» se evapora).
En resumen: chicas y chicos, os están robando vuestro país, os hacen dudar de vuestra identidad, os hurtan la ilusión de prosperar y os niegan a Dios. Y vosotros, callados como muertos, que ya llegará «el finde».
(PD: los partidos de la oposición tienen que abordar estos debates y ofrecer una ilusión a la juventud, un proyecto ganador de futuro que contraste con la desesperanza subvencionada que propugna la izquierda).