Kamala, la abortista
Michelle Obama soltó memeces de la talla de que su padre le había enseñado que nadie debía de vivir por encima de sus necesidades. Michelle, que llevaba un cinturón de más de dos mil dólares...
Durante cuatro años la vicepresidente de Estados Unidos, Kamala Harris, no sólo hizo bien poco –de hecho, desaparecía por largos períodos en los que apenas se tenía noticias de su existencia, a tal punto que se notaba más activa en la política del país a Jill Biden, la primera dama, que a ella–, además lo poco que hizo condujo a estragos de índole grave. Por lo de no hacer que no quede, pero lo que sí debiera quedar grabado en la memoria de los estadounidenses es que esta camarada, que en la actualidad es la candidata a la presidencia de Estados Unidos por el Partido Demócrata, Kamala Harris, arrasó con la política de control migratorio provocando que reinara el caos, tal como ha reinado en estos cuatro años del dúo Biden-Harris, una invasión desatada como jamás se había visto.
No perdí pie ni pisada de los candidatos, de los políticos, personalidades, y personajes, que asistieron a las dos convenciones, Republicana y Demócrata. De la primera no tengo queja. De la segunda sólo sostengo reparos, y muy bien justificados. ¿Hasta cuándo los demócratas van a vendernos actos políticos como si fuesen conciertos usando al descaro estrellas de la farándula a las que por fin se les puede ver sin pagar una millonada? ¿Hasta cuándo la estafa mediante el espectáculo de unos tête d’afiches que no tienen nada que ofrecer como soluciones urgentes que necesita ese gran país?
Por un lado, Oprah Winfrey, una de las participantes que no podía faltar, la que no sólo en una época le lamía el trasero a Donald Trump, inclusive le proponía formar equipo presidencial con él, como se ha podido comprobar en una carta escrita de su puño y letra y enviada por ella, recién publicada por la campaña del 45, cuando él mismo por allá en sus años mozos le confesaba en entrevista televisiva que no le interesaba ser presidente, y ella persistía; pues desde el 2016 no cesa de soltar culebras por esa boca en cada una de sus intervenciones en contra del candidato a presidente 47. Oprah, la misma que se morreaba con el condenado Harvey Weinstein ('condenado' tras el movimiento #MeToo porque antes Meryl Streep lo consideraba Dios), y le presentaba actrices jóvenes para que hiciera lo suyo. 'Lo suyo', pues ya sabemos de lo que se trataba… Las fotos se encuentran en todas partes, no digo nada que no se haya visto y comprobado. ¿Qué le puede aportar Oprah Winfrey a Kamala Harris con un discurso tan vacío e indigno como su presencia? Pero más importante, ¿qué puede aportarle al país? Semejante a Oprah, unas cuantas y unos cuantos más…
Un tambaleante Bill Clinton –visitante de la isla del pedófilo Jeffrey Epstein, el que mostraba en la sala de su casa un retrato pintado de Clinton engalanado con un flamante vestido azul femenino– apareció, ¿o era su sombra?, para burlarse de la edad de Trump, sin advertir de que, al mofarse de la edad de Trump, estaba haciéndole otro feo mayor al que hoy es su presidente, el chocho Biden. Por cierto, perdonen la vulgaridad, pero yo no se la saco a Trump para metérsela a estos dos cadáveres. ¿Por qué la historia recordará a Clinton? Por un tabaco haciendo eje en las partes íntimas de una becaria, por sus numerosas infidelidades, y por haber permitido que Fidel Castro le derrumbara una avioneta de Hermanos al Rescate con cuatro ciudadanos cubanoamericanos dentro, que rescataban balseros medio muertos fugados del castrocomunismo en aguas internacionales.
En cuanto a Killary, disculpen, a Hillary, yo de sólo ver a esta señora es al momento acordarme de los emails de secreto de Estado al desgaire, del dinero de los haitianos tras el devastador terremoto desaparecido a través de su fundación, del embajador asesinado, empalado en Bengasi, olvidado también, y de innumerables pifias irreparables más como secretaria de Estado…
Obama, que es quien gobierna en bambalinas desde la llegada del títere, Biden, tan sobreactuado y evidente como es habitual en él, hizo gala de su jerga guarapachosa socialistona. Aunque lo mejor fue Michelle, que soltó memeces de la talla de que su padre le había enseñado que nadie debía de vivir por encima de sus necesidades, o alguna burrada por el estilo… Michelle, que llevaba un cinturón de más de dos mil dólares, unos zapatos de un coste similar, y que con su marido mantienen varias residencias por las que han pagado millones en distintas ciudades de Estados Unidos, y hasta una mansión en la exclusiva isla de gente rica Martha’s Vineyard. Dos personajes que llegaron a la Casa Blanca con dos sueldos de abogados y se largaron convertidos en multimillonarios dejando la Casa Empercudía con una mugre de mil capas.
Pero el peor discurso sin dudas fue el de la misma candidata, con esa risa de oreja a oreja que se le pone cuando no tiene nada que decir, que es casi siempre; una intervención hueca, exenta de un programa real, novedoso, impactante para mejorar al país. Eso sí, no podía faltar el camión del abortorio a pie de campaña que situaron a la entrada de la Convención a modo de publicidad, durante los tres días de duración se calcula que se practicaron 25 abortos por día, porque recuerden que Kamala es abortista; y también lo es su compañero presidencial, Tim Walz, al que el pueblo le ha endilgado un seudónimo, Tampon Tim, pues propuso instalar máquinas de tampones menstruales en los baños masculinos, además de promover una ley para que las mujeres pudieran abortar a los nueves meses de vida del feto. Dos joyitas, que además si ganan, ganará George Soros.