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HorizonteRamón Pérez-Maura

Sánchez, los becarios y la delincuencia

A mí me parece que éste es un caso muy relevante porque es una prueba muy evidente de que el sanchismo está en contra de todo el que no es de los suyos

Actualizada 01:30

Ha pasado sin mucha atención mediática la cita que ayer tenían ante el juzgado de Instrucción Nº 19 de Madrid los becarios mexicanos del espectáculo Malinche que ha creado Nacho Cano. La cita fue cancelada porque a una de los investigados no se le ha podido entregar la citación porque está en México. La Policía llegó al juzgado a citarles a todos, sabiendo que la titular estaba de vacaciones. El juez de guardia, no muy puesto en la causa, encargó a los policías que les citen con el resultado que se ha visto en estas horas. Lo verdaderamente increíble es que estos chicos, que no son acusados de nada, y en esta causa son meros testigos fueron localizados por la Policía para citarles en pocas horas cuando se disponían a tomar un ferry de Denia a Ibiza para celebrar con Nacho Cano su graduación y el fin de su máster ¿Cómo sabía la Policía que estaban ahí?

A mí me parece que éste es un caso muy relevante porque es una prueba muy evidente de que el sanchismo está en contra de todo el que no es de los suyos. Con absoluta vehemencia. Permítanme aclarar que yo no he saludado en mi vida a Nacho Cano. Pero él es hoy un buen ejemplo de que este régimen cada vez más totalitario, es más propenso a poner todo el aparato del Estado en marcha contra todos los que están enfrente. Y como dijo el propio Cano cuando empezó esta farsa policial, atacarle a él es atacar a Isabel Díaz Ayuso. Y no por casualidad, los pasos de la policía de la comisaría de Leganitos han coincidido con días de protagonismo mediático de la causa contra Begoña Gómez.

Pero más allá de Ayuso, hay una causa por la que Cano es un enemigo a batir. Es un personaje intolerable en el mundo del espectáculo porque lleva desde los 14 años -y tiene 61- viviendo de su música y su genio sin pedir una subvención ¿Cuántos artistas hay en España que nunca hayan recibido una subvención?

Suponiendo que el caso de los 17 becarios de este programa cultural fuera de verdad uno de inmigrantes ilegales, ¿sabría alguien decirme otro caso, uno solo, de inmigración ilegal en el que el traficante de seres humanos haya acudido él mismo a la comisaría para ser detenido diez minutos y dar el quedo a la Ser y El País de que había sido arrestado?

Una de las cosas que más llama la atención en este caso es el uso de los recursos del Estado contra una persona que no se doblega. Desde el Gobierno se usa cierta comisaría de Policía con cierto comisario para hacer lo que se haría en un país tercermundista en el que el respeto por los derechos humanos y las libertades es más que cuestionado. Una comisaría que estaba obligada a comunicar al juez cualquier delito en no más de 24 horas. No lo hizo. Y después ha seguido investigando al margen del juez. Los 17 becarios que están siendo tratados como delincuentes no tienen ninguna causa en su contra. Son personas identificadas, se sabe dónde viven, de qué comen.

El nivel de ensañamiento con el músico madrileño es brutal. Como si fuera un elemento tóxico. Al que levanta la cabeza no solo se la cortamos, sino que la exhibimos públicamente. Mientras se persigue a estos 17 chicos, la denunciante ¿en calidad de qué está en España? ¿De qué vive? ¿Cómo se mantiene? No puede trabajar legalmente. Y ha pedido asilo político porque un novio colombiano la maltrató en México. ¿De verdad es ésa una causa de asilo político en la España del sanchismo? ¿Qué más nos queda por ver?

En este verano en el que hemos vivido el inmenso bochorno de un prófugo que entra en España, da un discurso en un escenario erigido para él y después huye sin que la Policía -las varias policías en realidad- aparentemente sean capaces de detenerlo, en un momento de crisis de inmigración brutal, con Sánchez de gira por África diciendo una cosa y la contraria un día y otro, el escándalo que nos presenta el Gobierno es el de un empresario que trae a España becarios de forma perfectamente legal para aprender a ganarse la vida y poder volver a sus países de origen.

Lo único que me alegra de este lamentable caso es que ir a ver Malinche se ha convertido en un acto de rebeldía. Como decía Camilo José Cela, «En España, el que resiste, gana». Nada ha cambiado.

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