Un hombre bueno
Estaba en el despacho con el Emperador Haile Selassie de Etiopía cuando su Gobierno fue derrocado; entrevistó a Fidel Castro al poco de derrocar a Batista; acompañó a Charles de Gaulle durante una visita de Estado a Brasil; entrevistó a Yuri Gagarin. Acompañó al Ché Guevara durante la gira que hizo por Brasil
El pasado miércoles murió en Salt Lake City, en el estado de Utah, en Estados Unidos, Gary J. Neeleman. Tenía 90 años. Apuesto a que su nombre no dice nada al 99 por ciento de los que lean esta columna. Pero es una de las personas más interesantes que he conocido en mi vida profesional.
Gary era un periodista excepcional. Tuvo una larga carrera profesional con una de las grandes agencias de noticias del mundo, United Press International (UPI) y tenía en su haber una colección de entrevistas y encuentros con grandes personalidades del mundo entero verdaderamente excepcionales: Estaba en el despacho con el emperador Haile Selassie de Etiopía cuando su Gobierno fue derrocado; entrevistó a Fidel Castro al poco de derrocar a Fulgencio Batista; acompañó a Charles de Gaulle durante una visita de Estado a Brasil; entrevistó a Yuri Gagarin. Acompañó al Che Guevara durante la gira que hizo por Brasil con motivo de recibir la Cruz del Sur, una condecoración brasileña… La lista podría seguir.
Mi vida se cruzó con la de Gary a mediados de la década de 1990. Él representaba en esa época la sindicatura de Los Angeles Times y venía a Europa a vender contenidos de ese periódico y del Washington Post entre otros. Yo lo recibía en la Biblioteca de ABC –entonces yo no tenía despacho y hoy ABC no tiene biblioteca– y él me presentaba los contenidos –columnistas, reportajes, viñetas– que me ofrecía en exclusiva para España. Recuerdo que un día empezó preguntándome qué tal se mantenía el interés por la información internacional en los periódicos españoles. Yo le dije que muy bien y le di ejemplos de cobertura en ABC. Se mostró encantado, pero admitió que en los periódicos que él representaba casi nunca llevaban una noticia internacional en portada. Yo me quedé sorprendido y le dije «¡Pero si sacan a Israel casi todos los días!» y Gary contestó lacónicamente «Eso [para nosotros] no es información internacional».
Hablar con Gary era un placer derivado de su educación, de su talento y de Rose, su mujer que siempre estaba a su lado. Entre otras cosas porque Gary iba perdiendo su visión y le dictaba todo a Rose. Y esto me lleva a contar la primera característica de Gary. Gary compaginaba su intensa vida profesional con ser un predicador de la iglesia de los Santos de los Últimos Días. Es decir, era mormón. Creo que es el único mormón con el que he tenido trato en mi vida –al menos conscientemente– y a mí no pretendió nunca predicarme o captarme para su iglesia. Pero quizá sí me predicó indirectamente demostrando su bondad humana y el deber de promover el bien.
Carlos Mendo fue un gran periodista, conservador, del entorno de Manuel Fraga y por esa vía, del equipo fundador de El País. En una etapa anterior había sido el delegado de la UPI en España y en esa época hizo amistad con Gary. Carlos tuvo algunas muy serias desgracias familiares y su amigo Gary lo invitó a pasar una temporada en su casa de Utah para alejarse de sus tragedias. Los mormones son rigurosamente abstemios, pero como me dijo Carlos «Gary sabía que eso conmigo no podía ser» así que en una casa de abstemios se compraba diferentes destilados y vinos para el huésped doliente.
Gary tuvo una gran conexión con Brasil porque allí le mandó su iglesia a predicar cuanto apenas tenía 20 años y antes de ser periodista. Y después volvió como delegado de la UPI. Tres de sus siete hijos nacieron allí y no se sabe cuántos de sus 80 nietos y bisnietos. Pero fueron siempre una familia extremadamente unida. Él dio a sus hijos una excelente educación como se demuestra en el caso de su hijo David Neeleman que en 1998 fundó una línea aérea de bajo coste, NewAir, que se convertiría en JetBlue, hoy la mayor línea aérea de bajo coste en Estados Unidos, con casi 300 aviones y más de mil vuelos diarios.
Gary ha muerto rodeado de los suyos, con Rose, su mujer de 67 años de matrimonio, a su lado. Mantuvo la conciencia hasta el final y se fue despidiendo uno a uno, de las docenas de descendientes que tenía. Algunos a su lado y otros por medio de las redes. Fue un hombre que sólo quiso el bien para el prójimo. Y yo me alegro mucho de haber tenido el honor de tratarle e intentar aprender de su ejemplo.