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HorizonteRamón Pérez-Maura

¿Dónde está Irene Montero?

Queremos convencer a los seres humanos de que lo que saben sin ápice de duda desde antes de tener uso de razón es un error y que los conocimientos más elementales hay que reformarlos por falsedades cada vez más impuestas por medio de constructos ideados para derribar nuestra civilización

Actualizada 01:30

Vivimos tiempos inverosímiles. Un día sí y otro también nos encontramos con hombres de pelo en pecho que se declaran mujeres sin más y la ley les asiste. Ya lo conté en estas páginas el 29 de marzo pasado en mi columna Cuando el delincuente barbudo se declara mujer. Dicho resumidamente, en esos días en el penal de El Dueso, en Santoña, Cantabria, ingresaban dos hombres investigados por contratar a un sicario para matar a otro hombre. Hasta ahí, nada especial. Delitos perfectamente previstos en el Código Penal. Cuando se procede a cachearles ambos declaran que son mujeres y que debe inspeccionarles una mujer. Parece que los funcionarios se lo tomaron con escepticismo –por decirlo de forma políticamente correcta. El problema llegó cuando cotejaron los DNI de ambos y confirmaron que el sexo que se les asigna en el documento es el de mujer. Mujeres con barba, pelo en pecho y lo que tampoco corresponde a una mujer entre las piernas. Sí, de todo eso había, pero son mujeres. Y eso les daba derecho a unas condiciones de reclusión mejores que las que tienen los hombres. Siendo mujeres no pueden ir a los dos pabellones de hombres. A la dirección de la prisión le parece que mandarles al de mujeres quizá genere problemas con las internas que hay allí, así que finalmente opta por un nuevo pabellón mixto que tiene celdas más grandes, baños individuales, gimnasio, y disponibilidad de patios restringidos a los internos de ese pabellón. Esta es la realidad de las leyes promulgadas por la mayoría sanchista. La ley trans, la ley del 'sólo sí es sí' y lo que ustedes me digan.

En estos días tenemos varios casos en distintas partes de España en los que hombres se declaran mujer para así no poder ser acusados de delitos de violencia de género. Yo he tenido muchas veces dudas sobre las leyes de violencia de género que dan unos derechos a las mujeres que no tienen los hombres. Es decir, no somos iguales ante la ley. Pero me parece que la realidad que estamos viviendo es la demostración de que esa ley trans está dando unos derechos a los hombres que no tienen las mujeres. Al revés de lo que se pretendía. Gran operación de enorme inteligencia. Un hombre es una mujer sólo porque él lo diga y obtiene todos lo derechos de la fémina mientras sigue siendo en realidad de género masculino. Hace falta ser un lince para hacer una ley así supuestamente en beneficio de las mujeres. Con un par, nunca mejor dicho. No hay más que ver el caso del Samur madrileño con hombres que se declaran mujeres y comparten los vestuarios con las que sí son mujeres. Y los comparten en aplicación de la legislación vigente.

Una sociedad en la que no es posible distinguir sin más entre un hombre y una mujer es una sociedad profundamente enferma. Los niños de dos y tres años son perfectamente capaces de decir quien es niña y quien es niño. Si queremos confundirles al respecto, «reeducarles» como dicen ahora, es porque queremos pervertir a esta sociedad y destruirla. Queremos convencer a los seres humanos de que lo que saben sin ápice de duda desde antes de tener uso de razón es un error y que los conocimientos más elementales hay que reformarlos por falsedades cada vez más impuestas por medio de constructos ideados para derribar nuestra civilización.

Y lo que más me sorprende es que desde el Gobierno del PSOE y Sumar no se haya denunciado en ningún momento a Irene Montero como promotora de la ley que ha creado todos estos problemas. Montero vive felizmente en las gabelas europeas inmunizada por sus propios conmilitones que no la pueden denunciar porque sólo ella se apuntó el mérito de presentar la ley. Pero de Sánchez abajo todos estaban de acuerdo.

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