«Escisión» el Africano
Por los pisos de mármol y granito del Comité Central desfilaron toda suerte de líderes afritrucos, a casi todos los condecoraron con el machete de Maceo y la medalla de Martí (a Maceo y a Martí habrá que fumigarlos tras la caída del castrismo), y entonces empezaron a llegar becarios africanos por burujones
Existió Escipión, el Africano, o sea, Publio Cornelio Escipión Africano (205 a.C - C 204 a.C) con quien quizás el público no esté demasiado familiarizado, con lo cual sugiero que sin ir a la wikimierda, los que lo necesiten busquen en los libros para que vean quién fue y la importancia histórica que conlleva su nombre; y luego está «Escisión», el otro Africano, o lo que él se cree que es, una ‘placenta’ sin mayor importancia que su gigantesca egolatría, su psicopatía, y su cabeza hueca como la de un coco; no, perdón, un coco tiene más materia gris o blanca que la sesera de este esperpento.
Escisión, que ahora va de africano, como igual pudiera ir mañana —si cambiare de opinión, lo que resulta muy frecuente en él— de chino culí o de Grigori Rasputín, místico legendario «bolo» («bolo» llamamos los cubanos a los rusos), ha viajado a tres países del continente donde además de otros eventos es usual el tráfico de diamantes y marfiles, con la supuesta intención de traerse no diamantes, sino africanos a que ocupen los puestos de trabajo que según él y su gobierno sobran en España, un país que roza el 16 por ciento de desempleo.
Escisión, el rey de la fragmentación española, el que más ha divido a esta sociedad, el que más cismas y desavenencias ha creado entre comunidades y ciudadanos, ha regresado de África, sin limpiarse las manos, como hizo con una familia en las calles de Madrid, después de haber prometido a los líderes de la región, sonrisa de cráter mediante, que el problema de la emigración-inmigración se soluciona en un santiamén sumando más inmigrantes y poniéndolos a trabajar en los trabajos que debieran ocupar los ingenuos españoles (me refiero sobre todo a los que votaron por este alcornoque).
¿Imita Escisión, el neoAfricano a Fidel Castro? Seguramente no, pero al menos lo evoca aunque muy presuntamente (no hagan ninguna doble lectura, les ruego…) Castro I, fue otro que por una época, aquella en la que perseguía a los católicos, le dio por la santería, la brujería de a tres por quilo y demás africacinismos, pues su amante, Celia Sánchez Manduley, le metía a todo eso en la misma costura.
Mientras sus esbirros encarcelaban a católicos, Castro se dedicó al ocultismo oscurantista (pronúnciese «oculjtijmo ojcurantijta») y partió hacia África donde se hizo «babalawo yoruba», se ralló en palo Mayombé, por primera vez cambió su uniforme churroso militar —aunque por breve tiempo—, se envolvió en blanco-chichá de la cabeza a los pies, y de ahí a multiplicar maldades se ha dicho respaldado por Changó y la madre de los tomates.
De aquellos territorios, ya desde entonces ocupados a discreción por los soviéticos, cuentan que trajo su prenda (diamantes ligados con huesos y marfil). Porque después de haberse fachado (robado; lo sé, el argot cubano no resulta fácil) el diamante del Capitolio habanero, fue a facharse diamantes africanos, marfiles, y demás bisouteries, apañado por sus generales. Los mismos generales que cuando vieron que su Jefe iba a lo que iba creyeron que todo el campo era orégano, y además de violar negras a montones (no es metáfora), se dedicaron a multiplicar moneda convertible, crearon un departamento titulado pomposamente MC, por el aquello de moneda convertible, que según dicen las malas lenguas, en realidad significaba marihuana/cocaína. El caso es que Castro que se metía en todo y descubría todo antes que nadie, entre otras cosas porque él era quien estaba en el origen de cualquier invento, al ser descubierto por la DEA, por los norteamericanos, de lo que le avisaron vía Cara de Piña, el general Noriega en Panamá, que andaba medio fundido con los yanquis (quienes tanto le amaron de toda la vida), fusiló a sus creativos generales, y con ese evento sin importancia se quedaron muy felices todos, incluida la DEA.
Por los pisos de mármol y granito del Comité Central desfilaron toda suerte de líderes afritrucos, a casi todos los condecoraron con el machete de Maceo y la medalla de Martí (a Maceo y a Martí habrá que fumigarlos tras la caída del castrismo), y entonces empezaron a llegar becarios africanos por burujones. Ninguno hablaba español ni al entrar ni al salir, pero regresaban a sus territorios, aldeas, tribus, graduados de cualquier cosa con las mejores notas en sus expedientes; todo a cambio de bolsitas de brillantes y colmillos de elefantes, además de lo otro… Cuando me tocó llevar a mi madre a pedir el asilo político a la OFPRA, después de habérsela comprado (mi madre) al castrismo con mis derechos de autor, pues la mantuvieron retenida en la isla durante casi dos décadas sólo por ser mi madre -pero esa es otra historia de amor y dolor, como en cualquier bolero que termina bien, que no es en la mayoría-, en la cola que debíamos hacer desde la madrugada para las entrevistas interminables de la OFPRA, que en el caso de los cubanos constituyen interrogatorios conducidos por chilenos comunistas, nos tropezamos con un africano que había estudiado en Cuba y estaba pidiendo asilo político como estudiante africano ¡perseguido en Cuba! A él se lo concedieron primero que a mi madre, aunque no por ser perseguido en Cuba, sino por ser africano.
Perdonen la digresión, sin ánimos de sospechar de nada, siempre presuntamente, como es debido, Escisión, el checherriqu iAfricano, pudo haber visitado el continente no sólo para resolver el tema de la inmigración, sino también porque enamorado como se le nota y tal, igual por allá habrá alguna cátedra que montarle a la que se Tercia, no por Emilia Tercia, la verdadera cónyuge de Escipión, el original Africano, sino sólo por parejerías del idioma.