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17 de septiembre de 2024

Perro come perroAntonio R. Naranjo

Hay dos Maduros

Sánchez quiere juzgar al presidente de Israel y ayudar al dictador de Venezuela: no hay nada más que añadir

Actualizada 01:30

La Prensa del Movimiento pretende ahora que el incomprendido Zapatero sea reconocido como un titán humanitario y que, en consecuencia, su hermano pequeño Sánchez pueda colgarse una medalla por la vibrante labor diplomática que le ha permitido a Edmundo González instalarse en España y salvar su destino, que era la cárcel o el cementerio.

Huelga decir que se entiende la disposición del deportado a aceptar la componenda, aunque habrá quien se pregunte si el líder de la disidencia tiene derecho a pensar en su integridad si, en el viaje, pone aún más en peligro la de María Corina Machado, que sigue allí, y la de millones de venezolanos que luchan por la democracia sin otro chaleco salvavidas que su conmovedor coraje.

Solo tendría algo de sentido dar una salida al ganador de las elecciones si se cumplieran dos requisitos: que su integridad estuviera en peligro y que, preservándola, le fuera más sencillo a Venezuela librarse del golpe de Estado perpetrado por el tirano, resumido en un pucherazo infame y una represión sin precedentes.

De lo primero puede no haber dudas: no hay opositor en Caracas que no haya sufrido la persecución, el encarcelamiento o el exilio, aunque quizá toque preguntarse ya si le tocaba a alguno de ellos resistir, al precio que fuera, con una firmeza sin duda heroica pero necesaria para ese papel histórico. Mandela se tiró casi tres décadas en una celda miserable, pero gracias a ello cayó el apartheid.

De lo segundo, en cambio, no hay discusión posible: la estampida de González, pergeñada probablemente a escondidas entre Sánchez, Zapatero y el Pequeño Chaves, facilita la perpetuación del Régimen y consolida a Maduro al frente, lo que explica las facilidades dadas para la huida pactada.

¿Acaso alguien es capaz de sostener que el engorilado autócrata hubiera tolerado la salida de su rival si temiera que, a continuación, su régimen iba a tener más difícil hacerse endémico? ¿De verdad nos creen tan imbéciles como para tragarnos que Maduro no está encantado, Zapatero no hizo de puente y Sánchez no asumió el fétido apaño con un perfecto reparto de papeles y unos objetivos diseñados y aceptados por todos?

Hoy Venezuela tiene más difícil que ayer salir del pozo de violencia, pobreza y persecución que ha enterrado en lustros la esperanza de uno de los países más prósperos del planeta. Y hoy los disidentes tienen menos opciones de lograr que la voluntad de los venezolanos se traduzca en un cambio democrático inmediato.

Y en parte gracias a un presidente, el nuestro, que el fin de semana anunció que gobernará «con o sin el Poder Legislativo», es decir, sin el Parlamento que ejerce en nombre de la soberanía de los españoles. Y que es tan rápido en exigir que juzguen al presidente de Israel, entre aplausos de Hamás, o en romper relaciones con Argentina, como en echar un cable al camarada Maduro. Por un amigo, lo que haga falta.

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