Las bicicletas son para el otoño
En otoño, las víctimas de ELA seguirán sin ayuda, y las carreteras vecinales y comarcales españolas, los parques y los jardines, serán invadidos por ciclistas naturales e inmigrantes cuyo nivel económico les impide comprar una bicicleta
Jaime Chávarri llevó al cine la obra de Fernando Fernán-Gómez «Las bicicletas son para el verano». No me pareció excesivamente mala, pero se me ha desfigurado de la memoria. Por supuesto, mucho mejor que las chorradas histéricas del gordo manchego, que cada día que pasa se parece más a mi difunta tía Meme, del Puerto de Santa María. A partir de ahora, las bicicletas serán para el otoño, gracias a los cuarenta millones de euros que el Gobierno de España se dispone a invertir para promover su uso. A muchos, esta última ocurrencia de nuestro ganso volador les ha hecho bastante gracia y se sienten atraídos por pedalear en una bici subvencionada. A mí, personalmente, se me antoja otra cortina de humo, una majadería insultante cuando ese mismo Gobierno de España lleva años oponiéndose a aliviar por 38 millones de euros a los enfermos sin futuro encarcelados por la ELA, la Esclerosis Lateral Amiotrófica.
Desde la frialdad, el Gobierno de España, de nuevo incomprendido, puede defender su inversión ciclista con un argumento demoledor. Mejor invertir en la esperanza del futuro que en la imparable tragedia de los afectados por la ELA. ¿Para qué tirar el dinero? Un Gobierno que se ha caracterizado por su moderado uso del dinero público y la decencia y honestidad de sus miembros, familiares y amigos, no puede despilfarrar 38 millones en dramas incurables. Lo contrario que esos 40 millones en bicicletas, vehículo insustituible para generar ilusión y trabajo entre los españoles e inmigrantes sanos. Un enfermo de ELA solo aporta problemas y gastos, y no está España para dilapidar el dinero de los impuestos en promociones inútiles. Sí, en cambio, en facilitar la venta de bicicletas con cuarenta millones destinados a financiar la adquisición de tan imprescindibles vehículos rodantes tan reclamados por los que viven en la España vacía. Con una bicicleta levemente impulsada por un motorcillo de nada, un vecino de Rivatruchas de Arriba, que precisa invertir casi treinta minutos en desplazarse a pie hasta Rivatruchas de Abajo, puede hacerlo en apenas diez minutos, con las ventajas que ese ahorro de tiempo conlleva en beneficio de nuestra economía. Por desgracia, los enfermos de ELA, carecen de posibilidades de crear riqueza en sus condiciones. Y claro está, el Gobierno apoya la utilidad en perjuicio de la humanidad y el despilfarro.
En otoño, las víctimas de ELA seguirán sin ayuda, y las carreteras vecinales y comarcales españolas, los parques y los jardines, serán invadidos por ciclistas naturales e inmigrantes cuyo nivel económico les impide comprar una bicicleta y contribuir a la expansión de la riqueza en España. Al fin y al cabo, y hay que reconocerlo, lo que promueve el Gobierno, lo que el Gobierno apoya, es la compra de bicicletas, no de Lamborghinis. Si para ello es necesario, una vez más, dejar tirados en la cuneta de la vida a los enfermos de ELA, pues qué quieren que les diga. Que se aguanten y que cada palo aguante su vela y cada perro se hurgue en su cipote. Gastar en lo que no tiene solución, es una tontería. Gastar en bicicletas, un primer paso hacia la normalidad social y el enriquecimiento de la población, tanto la población estable como la invasora.
Señores del Gobierno. Son ustedes unos sinvergüenzas.