El lamborghini y la bicicleta
¿Quién ha visto un Lamborghini? Y, más raro, ¿Quién sabe algo sobre Franco? Los mozalbetes de hoy, incluso sus padres, no han visto nunca el espectacular vehículo. En España se vendieron este año 34 y en el decenio 264
Hace unos días Luis Ventoso, compañero de andamio, publicó el excelente artículo «¿Está España deshilachándose?». Reflexiona sobre opiniones de un Cándido Méndez, ya de vuelta, que había apuntado que sufrimos un proceso de «deshilachamiento de la identidad nacional». Luis, como siempre sensato, encontró argumentos ambivalentes, él mismo dice responder «a la gallega: sí… y no». Yo soy un pesimista irredento, a mi pesar.
El poder, okupa y casi omnímodo, ha resucitado dos quimeras para la España joven, desmotivada, que se despereza con dificultad víctima de la situación que padecemos. Bolaños y Puente han citado a Franco y no en una guerra facilona contra los muertos con ochenta años de retraso, sino enmarcándolo en una construcción gramatical comparativa. Bolaños quejándose en el Senado de que el PP considere a Maduro dictador y, según él, a Franco no, y Puente, también en el Senado, ironizando que sólo le faltaba escuchar que con Franco los trenes iban mejor. El jefe, el «puto amo» (Puente dixit), en una comparecencia sin preguntas, claro, deseó menos Lamborghini, y más transporte público, y anunció una inversión en bicicletas.
¿Quién ha visto un Lamborghini? Y, más raro, ¿Quién sabe algo sobre Franco? Los mozalbetes de hoy, incluso sus padres, no han visto nunca el espectacular vehículo. En España se vendieron este año 34 y en el decenio 264. Y desde la destructiva Logse y leyes educativas siguientes, con la ley de Memoria Democrática, manipuladora de la Historia, a las nuevas generaciones sólo les llegará una realidad parcial del tiempo del franquismo a gusto ideológico.
Sánchez desea un país de bicicletas, pero se sube en el Falcon todo lo que puede, lo merezca o no el recorrido, o en el Super Puma incluso para ir de Moncloa a Torrejón, unos pocos kilómetros. Para él no cuentan el combustible ni el atentado ambiental. La bicicleta es un medio muy utilizado en la Europa del norte, lisa como un campo de fútbol, pero en Vietnam, Camboya y otros países asiáticos, también muy ciclistas, no encontré a sus lomos de metal salvo a ciudadanos pobres porque no pueden permitirse otro medio. Expandir la pobreza, disfrazada con ayudas y subvenciones para crear clientelismo, es una especialidad del socialismo. Lo demostró Margaret Thatcher en intervención memorable.
Sánchez, como todo socialista, y más si es radical, sigue esa vía. Y, de argamasa, asume como fórmula convocar a su lado a mediocres. La mediocridad es muy común en los políticos que le aplauden y le sirven y me temo que se potenciará tras el Congreso Federal de Sevilla. Escogió la tierra de González y de Guerra, pero nadie se cree que ello signifique continuidad. Ahora son apestados en Ferraz, como tantos socialistas que piensan y no se dejan comprar. Sobre la mediocridad custodio desde mi juventud –¡ay tan lejana!– dos juicios que viene bien recordar. El primero de uno de mis escritores favoritos, Somerset Maugham: «Sólo una persona mediocre está siempre en su mejor momento». La otra se debe a Nietzsche: «Todo lo que eleva al individuo por encima del rebaño, todo lo que mete miedo al prójimo, se llama desde entonces 'malo'». Pensemos en los Consejos de Ministros de Sánchez.
Irónicamente, Bolaños y Puente citaban a Franco en el Senado. Tiene un ejemplo de dictadorzuelo mucho más cercano en la historia de su partido: Francisco Largo Caballero homenajeado con una estatua en la Castellana, respetada por los ayuntamientos madrileños de derecha. Los complejos, ya se sabe.
Recojo algunas de las perlas democráticas de Largo Caballero inmediatamente anteriores a las elecciones de febrero de 1936: «Si triunfan las derechas tendremos que ir a la guerra civil declarada» (19, enero, 1936, Alicante). «La transformación total del país no se puede hacer echando papeletas en las urnas... Estamos ya hartos de ensayos de democracia; que se implante en el país nuestra democracia» (Cine Europa, 10, febrero, 1936). «Si los socialistas son derrotados en las urnas, irán a la violencia, pues antes que el fascismo preferimos la anarquía y el caos» (10, febrero, 1936, Cine Europa). Antes, ya en 1933, estaba claro su programa: «Tenemos que recorrer un periodo de transición hasta el socialismo integral y ese periodo es la dictadura del proletariado, hacia la cual vamos» (1, noviembre, 1933). «Si no nos permiten conquistar el poder con arreglo a la Constitución, tendremos que conquistarlo de otra manera». (Febrero, 1933).
El «puto amo» (Puente dixit) en alguna ocasión se consideró un nuevo Largo Caballero, pero, aunque no le desagradaría, le aconsejo que no reproduzca en este XLI Congreso sanchista el mensaje del dictadorzuelo de los años treinta en el XIII Congreso, 1932: «Cuando ha habido necesidad de romper con la legalidad, sin ningún reparo y sin escrúpulo». Y aquello de Sánchez de gobernar «con o sin concurso del poder legislativo», en lectura de hoy tiene similitudes con lo dicho por el Lenin español hace más de noventa años.
Amigo Luis, no soy optimista y lo lamento. Ojalá España recupere valores arrumbados y, sobre todo, su dignidad nacional y su papel internacional. ¿Quién zurcirá el tejido deshilachado?