El Banco de España y 'el puto amo'
Escrivá comparecerá en el Congreso para analizar los Presupuestos Generales del Estado. ¿Qué opinará desde su falta de independencia? ¿Criticará las subidas extraordinarias de impuestos para pagar el cupo catalán?
La más común fórmula actual de golpe de Estado es la ocupación sucesiva de los órganos e instituciones fundamentales de un país. Maduro, fiel a su condición, lo hace a lo bestia, pero existen vías más sutiles. Sánchez sigue la de la ocupación. Ha nombrado gobernador del Banco de España a José Luis Escrivá, ministro en ejercicio hasta el día antes de jurar ante el Rey. Impresentable.
El Banco de España tiene una larga historia. Nos llega desde el Banco Nacional de San Carlos, de 1782, una sociedad privada. En 1829 se crea el Banco Español de San Fernando, también de particulares, que recibe la facultad de emitir billetes. En 1844, también por iniciativa privada, se funda el Banco de Isabel II que, en 1847, cerca de su suspensión de pagos, se fusiona con el Banco Español de San Fernando. En 1856 se denomina ya Banco de España y el Estado se reserva el nombramiento del gobernador y dos subgobernadores. En 1874, siendo ministro de Hacienda José Echegaray, futuro Premio Nobel de Literatura —en 1904, cuando presidía la Asociación de Escritores y Artistas Españoles— el Banco de España consigue el monopolio de la emisión de billetes.
Singularmente reseñable es el expolio, el 13 de septiembre de 1936, de las reservas de oro del Banco de España, entonces una entidad privada, por orden del ministro de Hacienda, Negrín, y del presidente del Gobierno, Largo Caballero. Miles y miles de millones. Decenas de milicianos asaltan la cámara acorazada. El cajero jefe se suicida en su despacho. El traslado ferroviario hasta Cartagena es protegido por la «motorizada» del PSOE, conocida por su intervención en el asesinato de Calvo Sotelo. El destino final, en barcos soviéticos, es Odesa. Stalin lo celebra: «Los españoles no verán su oro nunca más, como tampoco ven sus orejas».
En 1962 se nacionaliza el Banco de España, deja de ser una entidad privada, y entre sus funciones figura la información y el asesoramiento al Gobierno. La ley de Autonomía del Banco de España de 1994 garantiza su independencia del Gobierno. Uno de los principios fundacionales de la Unión Monetaria Europea es la independencia respecto al poder político. El BCE y los bancos centrales de la zona euro se limitarán a informar sin pedir ni aceptar instrucciones gubernamentales ni de ningún otro órgano nacional o comunitario. En 2020 el Consejo de Gobierno del Banco de España insiste en su independencia.
Con estos antecedentes, ¿Cómo entender el nombramiento de un ministro para dirigir una institución histórica, comprometida con su independencia? El único antecedente desde la ley de Autonomía de un cargo político en activo es el nombramiento como gobernador del Banco de España de Miguel Ángel Fernández Ordóñez, que era secretario de Estado de Hacienda hasta tres meses antes, y militante del PSOE. Su labor en el banco emisor es deleznable. «El Economista», en su cese, 2012, le despide con el editorial: «Adiós al peor gobernador», y recuerda que negó la evidencia de la crisis económica y financiera y defendió la solidez de las Cajas de Ahorro cuando su situación era crítica. Servicios al Gobierno y al PSOE en periodo electoral. Una vergüenza que puede repetirse.
No me preocupa, o no tanto, cómo puede afectar Escrivá al sector financiero y a la macroeconomía, lo que me inquieta es su repercusión en los ciudadanos. Muchos de ellos firmaron hipotecas entre 2007 y 2008 cuando, pese a que los expertos anunciaban que la economía estaba sobreendeudada, el Banco de España y el Gobierno proclamaban «España va bien». No pocos de los hipotecados lo creyeron y no pudieron devolver sus créditos, fueron desahuciados o atravesaron serias dificultades financieras. Fernández Ordóñez dijo a Zapatero «sí, bwana». Su sumisión al Gobierno agravó la crisis. Sánchez, otro «cambio de opinión», otra mentira, sostuvo entonces que nombrar a un gobernador del Banco de España no independiente fue un error.
Escrivá comparecerá en el Congreso para analizar los Presupuestos Generales del Estado. ¿Qué opinará desde su falta de independencia? ¿Criticará las subidas extraordinarias de impuestos para pagar el cupo catalán? ¿Qué dirá de la rotura de la solidaridad fiscal? ¿Qué opinión le merecerá el enorme agujero en las cuentas de la Seguridad Social? Sobre esto no creo que opine porque en buena parte el grave problema viene de su actuación como ministro. ¿Cumplirá la normativa europea de «no solicitar o aceptar instrucciones (…) de los Gobiernos de los Estados miembros»? ¿El propio Sánchez respetará, en la misma norma europea, que «los gobiernos de los Estados miembros se comprometen (…) a no tratar de influir en los bancos centrales nacionales»? Me temo que actúe como «puto amo» con mando y ganas.
Hasta ahora, desde la Ley de Autonomía del Banco de España, el Gobierno de turno consensuaba con la oposición el gobernador. Sánchez, actitud muy suya, no ha pactado, sabiendo que la oposición se oponía al nombramiento de Escrivá, ministro y socialista. Distintos fueron sus inmediatos antecesores. Linde, de probada independencia, sucedió a Fernández Ordóñez, bizcochable socialista. Y a Linde le sucedió Hernández de Cos, también de constatada independencia y uno de los gobernadores más capaces en la historia del banco emisor. Rajoy acertó al nombrar a Hernández de Cos. Linde y él, acaso más Hernández de Cos por ser el último, trabajaron duro para recuperar el prestigio y la credibilidad perdidos.
Esa credibilidad está amenazada. Muchos en el sector y en Alcalá 48 temen lo peor: la vuelta al sometimiento ciego. Y tienen buenas razones.
Juan Van-Halen es escritor y académico correspondiente de la Historia y de Bellas Artes de San Fernando