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19 de septiembre de 2024

Ojo avizorJuan Van-Halen

La invasión que ignora Sánchez

En el séquito informativo, los periodistas, se habían producido expurgos: se descartó a medios «no convenientes». Viajé en su día como periodista con presidentes de Gobierno y no conocí exclusiones ideológicas. Con los años uno llega a vivirlo casi todo

Actualizada 01:30

El viaje de Sánchez a Mauritania, Senegal y Gambia ha estado salpimentado de sorpresas y, claro, de mentiras o de cambios de opinión, que suena mejor. Ahora es partidario de la devolución a sus países de los inmigrantes ilegales, con lo que hace un seguimiento del PP y de Vox; estima que necesitaremos entre 200.000 y 250.000 trabajadores inmigrantes en los próximos años, que puede ser cierto pero promueve un efecto llamada; considera necesaria la inmigración porque supone «riqueza, desarrollo y prosperidad»; y declaró varias veces que «España fue un país de emigrantes» equiparando la emigración española de ciudadanos que viajaban con contratos de trabajo con la inmigración ilegal africana. Nada tienen que ver. Y no menciono las dádivas económicas que anunció. Tampoco menciono que los inmigrantes envían mensajes a sus allegados informándoles de sus traslados a la península y de que aquí se puede vivir de ayudas y sin trabajar.

Para producir estos y otros disparates Sánchez viajó con un séquito de 51 personas, entre ellos trece escoltas, cinco asesores de protocolo, doce asesores de comunicación y cinco sanitarios. En el séquito informativo, los periodistas, se habían producido expurgos: se descartó a medios «no convenientes». Viajé en su día como periodista con presidentes de Gobierno y no conocí exclusiones ideológicas. Con los años uno llega a vivirlo casi todo.

Atravesamos la mayor crisis inmigratoria que se recuerda. Mientras escribo han llegado a Hierro otros 600 inmigrantes. Y Ceuta está en una coyuntura apuradísima. El C.E.T.I. de la ciudad autónoma lleva desde hace tiempo desbordado. La delegada del Gobierno considera una situación «extrema». Hace unos días intentaron entrar 1.500 inmigrantes desde Marruecos y Argelia. El presidente ceutí pidió «auxilio y socorro al Gobierno». Habló de lealtad institucional. Casi nada.

Los ministros concernidos de Interior, Exteriores, Defensa y Migraciones no han dicho ni pío. Marlaska está calladito desde unas declaraciones el 2 de agosto cuando asistía a la Feria Internacional de Muestras de Asturias; Albares en una entrevista en la cadena SER ni mencionó el tema; Robles dijo desconocer cualquier petición al Ejecutivo. ¿También el ¡socorro! del presidente ceutí? Y Saiz, la ministra virtual de Migraciones, desde las fiestas de Ribaforada. expresó en redes su preocupación esencial: «Agosto es el mes de las fiestas populares por excelencia, momentos para compartir y disfrutar». Tal cual.

Sánchez no se refirió a las mafias que propician la inmigración ilegal y cobran el viaje. He recibido dos fotografías aéreas de barcos remolcando una retahíla de cayucos. Son los que llevan a los inmigrantes hasta avistar las costas españolas. Leo que se suspendieron las vigilancias aéreas y, por su inacción, entiendo que también las navales. ¿Por qué? ¿Por orden de quién? Debería investigarse y tomar decisiones. Cuando la oposición deje de estar vacacionalmente en Babia acaso podría promover iniciativas parlamentarias.

Lo que estamos sufriendo en España es una invasión desde países islámicos y sobre todo desde Marruecos. ¡Ay, el contenido del dichoso móvil de Sánchez! No quiere contrariar al sultán. Le traspasó derechos sobre el Sahara sin pasar por el Parlamento ni por el Consejo de Ministros. Por algo sería y parece que ni explicable ni inocente. Cuando se ve llegar a columnas interminables de fornidos inmigrantes que se dicen menores pero su aspecto es de estar en edad militar, se me disparan las alertas. Ahora Sánchez, el generoso, anuncia la regularización de decenas de miles de inmigrantes que, unidos a las nacionalizaciones comprometidas por normas de Memoria, comodines para todo y que se van ampliando, probablemente cree que aumentarán sus votantes. Todo se puede arrasar desde Moncloa. Desde la unidad de la Nación a la defensa exterior. ¿Por qué Sánchez ignora ese riesgo de invasión pausada? Mientras, Marruecos se rearma. Ya contaré una jugosa conversación entre Hassan II y Adolfo Suárez sobre las hipótesis bélicas del sultán relativas a Ceuta y Melilla y la respuesta de Suárez. Que yo sepa sólo se publicó en un libro.

Cuando hablo de invasión me refiero a una invasión islámica. De quienes no se incorporan a la cultura ni a las costumbres de su país de acogida, son prepotentes y viven con unas ayudas oficiales que a veces causan sorpresa. Con los hispanos, los rumanos, los chinos, y de otras procedencias no hay problemas. Hay que leer «El choque de civilizaciones», del politólogo de Harvard Samuel P. Huntington, publicado en 1996 y traducido al español, que para Kissinger era «uno de los libros más importantes desde el final de la guerra fría».

Para Huntington tras la guerra fría pasamos del choque de dos bloques (mundo libre-países comunistas) a un choque de civilizaciones (fundamentalmente la occidental y la islámica). Los modos de vida que proponen son muy distintos y algunos totalmente incompatibles. Mientras occidente se basa en el humanismo cristiano y en el liberalismo democrático -vive y deja vivir-, el islamismo persigue la conversión del infiel o su exterminio; no tolera otro modo de vida. Desde el velo a imponer los menús en los colegios. Huntington concluye, con cierta amargura, que el choque es inevitable.

Y, mientras, a Zapatero se le ocurría la alianza de civilizaciones, tan real como aquella memez suya de contar las nubes. Europa lo tiene cada vez más claro y España sigue ciega. Y eso que lo vivimos durante siglos. Y ya no tenemos a Don Pelayo y sería también anacrónico añorar Las Navas de Tolosa.

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