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LiberalidadesJuan Carlos Girauta

Un déspota, sus cuates y sus inesperados protectores

Hoy consta que Ursula von der Leyen negoció personalmente la compra de centenares de millones de vacunas, cruzándose mensajes (que la Comisión oculta) con el consejero delegado de Pfizer. Sigue impune

Actualizada 01:30

En el confinamiento Sánchez abusó de nosotros como si fuéramos groupies de Errejón. Contra aquel totalitarismo incipiente, una oposición frontal se hizo grande y visible. Era la España que no quería ser agredida por un macarra. La poderosa respuesta se ciñó a las redes debido al repentino alineamiento con el poder de casi todos los medios de comunicación. Grandes violaciones de derechos fueron el estado de alarma inconstitucional (e inconstitucionalmente prorrogado), los centenares de miles de multas ilegales, e incluso la persecución de los críticos. Esto último se le escapó al general de la Guardia Civil José Manuel Santiago, que había solicitado a sus subordinados por e-mail la «identificación, estudio y seguimiento en relación con la situación creada por el COVID-19 de campañas de desinformación, así como publicaciones desmintiendo bulos y fake news susceptibles de generación de estrés social y desafección a instituciones del Gobierno». Lo que fuera desinformación o bulo, ¿lo decidiría el subalterno? La desafección al Gobierno se entendió perfectamente.

Sánchez se mostró como un abusador de poder de la peor ralea. Imitando a Fidel y a Chávez, endilgó discursos inacabables a una ciudadanía por él encerrada. Segmentos no desdeñables lo apoyaban; ahí están sus últimos siete millones de votantes. ¿Los mismos que aplaudían desde balcones y ventanas? ¿La espontánea policía de vecindario, presta a la amenaza y el insulto contra los solitarios paseantes, siempre que no llevaran perro? Entre tanto, Sánchez suspendía la actividad parlamentaria, acto de tiranía que, sabido es, no lo justifica ni la guerra.

A esta pérdida de libertades se unió en mi caso una preocupación que se ha demostrado fundada: gato viejo, conocedor del socialismo español y más aún del antiespañol de Cataluña (al mando del Ministerio de Sanidad), sumé dos más dos: teníamos al PSC encargado de las compras, teníamos suspendidos los controles preceptivos en la contratación pública, teníamos una población sumida en el miedo. ¡Se lo estaban llevando crudo! La aparición de empresas beneficiarias de contratos que carecían de sede, que jamás se habían dedicado al material sanitario, que no entregaban los pedidos o los entregaban deteriorados, son otras tantas circunstancias que contribuyeron a ahondar mi convencimiento. El socialismo es una excusa para robar. Pero conocer esa verdad histórica no era suficiente para levantar el índice. Pasó el tiempo.

Hoy consta que Ursula von der Leyen negoció personalmente la compra de centenares de millones de vacunas, cruzándose mensajes (que la Comisión oculta) con el consejero delegado de Pfizer. Sigue impune. Hoy también Ábalos, Armengol, Torres, Illa, Marlaska, Sánchez, su esposa y su hermano nos deben explicaciones. La Justicia hablará. La semana pasada pudimos aprobar un debate e investigación del Parlamento Europeo sobre la corrupción del Gobierno Sánchez. En su situación de debilidad, podía ser la puntilla. Pero el PP lo impidió. Salvó a Sánchez y los suyos de un escrutinio demoledor. Es un hecho. No es discutible. ¡Qué inesperados protectores! Alguna explicación tendrá tan brutal contraste entre las palabras y los hechos de Feijóo.

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