Monstruos
«Tenemos monstruos a nuestro lado». No es una frase que escuchara ayer a niños celebrando una costumbre importada, junto al «truco o trato». No, fue Otegi al ser preguntado por Errejón. El monstruo de Errejón, que toca traseros ajenos sin consentimiento. Lo de niños volando por los aires –muertos y mutilados– no es consecuencia de mentes inhumanas, sólo daños colaterales ante la causa más noble de todas: ¡una Euskal Herría libre!
Está en cartelera Infiltrada, la película sobre la agente de la policía nacional que se encerró durante los mejores años de su juventud entre la izquierda abertzale de San Sebastián y que consiguió así ganarse la confianza de ETA. Les ruego que inviten al cine a ver esta producción a los adolescentes y jóvenes que conozcan. Así comprenderán la magnitud de la traición de la izquierda al blanquear a la banda terrorista y sus herederos. Pregúntenles qué puede haber ocurrido para que Santiago Abascal sea considerado un horrible fascista, pero Otegi sea un hombre de paz.
No se puede culpar del todo al ciudadano, el esfuerzo de los gobiernos y sus tentáculos son ingentes. El relato, los medios comprados, la gente que desea estar en el lado correcto de la vida a base de ignorar las verdades más evidentes. Un ejemplo. ¿Recuerdan las revueltas en el Reino Unido tras el asesinato de tres niñas en Southport? Qué alegría de la progredumbre al enterarse de que el ejecutor no era –como todo parecía indicar– alguien imbuido del extremismo islámico; un inmigrante acogido sin criterio y profeso de una religión radical. ¡No, el individuo había nacido en el Reino Unido! Sus padres, sí, africanos, pero católicos.
Qué triunfalismo, lo ocurrido refutaba –en apariencia– una realidad que, admitámoslo, es inapelable: una inmigración descontrolada y de creencias y costumbres muy diferentes a las propias jamás ha sido buena idea. La historia nos ofrece innumerables ejemplos de esto. ¿O no son los propios progres quienes echan pestes de «los colonos»? Donde colonos son, o bien asentamientos judíos en territorio palestino, o extremeños y murcianos emigrados a Cataluña.
El mencionado triunfalismo resultó una estafa: en el hogar del asesino se encontró una toxina biológica (ricino) y un manual de Al Qaeda. El asesino de las tres niñas se enfrenta a cargos de terrorismo. El progrerío teme el auge de la extrema derecha sin darse cuenta de que ellos mismos son una fábrica de gente radicalizada. No radical, radicalizada. Por ellos y su constante «¿A quién va a creer, a mí o a sus ojos fascistas?» Maldita realidad, siempre acaba por imponerse.
Algo parecido ocurre con la tragedia de la Comunidad Valenciana. Demasiados se han apresurado a exigir que rodaran cabezas por un motivo, cuando menos, peregrino: el actual gobierno levantino anuló la UVE (Unidad Valenciana de Emergencias). «¡Ha muerto gente que ha votado al PP, a sus propios asesinos!» Lo de que la UVE nunca estuvo en marcha y que consistía en una oficina con unos cuantos enchufados de los mandamases anteriores no se menciona.
También recurren, presurosos, a hablar del cambio climático. Quiero creer que son personas que conocen la comunidad sólo en agosto, pues gotas frías de consecuencias desastrosas ha habido siempre. La mayoría ignora que la ciudad de Valencia tiene el jardín más largo de Europa, que acaba en la Ciudad de las Artes y las Ciencias. ¿Nos dio a los valencianos por el diseño de paisajes para ciudades biodiversas y ecosostenibles? No. El llamado «Jardín del Turia» ocupa el espacio dejado por el antiguo cauce del río, que fue desviado tras las trágicas inundaciones de 1957. No digan de quién fue la idea y la ejecución de esta decisión hidrológica llamada 'Plan sur' si no quieren ser tachados de fascistas. Y sí, hay registros de inundaciones en la Comunidad Valenciana desde el siglo XIII.
Me inquieta la sensación de que una medida como la que se tomó con el río Turia sería impensable hoy día: ¡a la Madre Naturaleza no se la toca! No deja de ser irónico que quienes lanzan estas proclamas sean más de asfalto que El Corte Inglés, y que sus protestas se envíen a internet a través de un Smartphone conectado al WiFi o a un satélite. Sobre el mundo natural saben entre cero y nada, lo mismo que de historia. De lo contrario, tendrían los rudimentos necesarios para comprender en qué modo se relacionan civilización y naturaleza.
No entiendo esa preocupación por el planeta, si algo nos enseña la desgracia de estos días es lo rápido que desaparece toda huella humana ante las fuerzas imparables de los cuatro elementos. Supongo que se debe a que no han oído aquello de que Dios perdona siempre; el hombre, a veces; la naturaleza, nunca. Espero que el Primero acoja en su seno a todos los fallecidos y que la Mare de Deu dels Desamparats dé consuelo a sus familiares y a quienes lo han perdido todo.