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VertebralMariona Gumpert

Sánchez tiene razón

Con Sánchez podemos hacer un ejercicio parecido. Que sea un mitómano y hortera de bolera venido a más no implica que todo lo que diga sea falso en su totalidad. El miércoles pasado nos contaba una verdad

Actualizada 01:30

Una de las formas de ser feliz es ignorar la realidad. Y una de las formas de saber —y, por tanto, no ser feliz—es conocer bien las premisas, motivaciones, conocimientos y aciertos de quien no piensa como uno mismo. ¿No te gusta la postmodernidad? La solución no es sumergirse en Aristóteles y Santo Tomás de Aquino, sino estudiar a Kant y Derrida, entre otros. No puedes desarmar argumentos que desconoces. Además, las personas somos como relojes averiados, al menos dos veces al día podemos tener razón.

Irene Montero —excarcelatriz de violadores, misándrica declarada— acertó al ampliar el tiempo de baja que puede tener cada miembro de la pareja al convertirse en padres. Sus razones fueron espurias, pues no pensaba en la criatura ni en su madre. La única motivación era extender a los hombres la discriminación laboral por estar en edad fértil. Pero no estuvo mal la iniciativa, muchos más varones de los que ella cree la habrán agradecido.

Con Sánchez podemos hacer un ejercicio parecido. Que sea un mitómano y hortera de bolera venido a más no implica que todo lo que diga sea falso en su totalidad. El miércoles pasado nos contaba una verdad. Una verdad a medias, algo que no equivale siempre y en todo momento a una mentira disfrazada. El presidente, para defender la inmigración descontrolada, aseguraba que la gente ha dejado de querer tener hijos. Es una tendencia mundial, afirmó, no un asunto español en exclusivo. Su intención era convencernos de que la única forma de resolver el problema demográfico es a través de la importación de extranjeros (como si fueran mercancías, sí). Lo hacía, además, en un tono liberal, comprensivo: si la gente no quiere tener hijos habrá que respetar sus decisiones, comentaba con aire sereno. A lo mejor Don Pedro cree que la ciudadanía española es una versión ampliada de sus dos hijas a las que, por supuesto, ni él ni nadie puede obligar a ser madres. Olvida que es presidente de una nación, que no estaría de más que se tomara el suicidio demográfico en serio antes de implementar la primera —estúpida y suicida— solución que se le venga a la cabeza (o que le han impuesto desde fuera, pero ése es otro tema).

Y sí, Sánchez tiene razón. Cada vez más jóvenes muestran menos interés por tener hijos. Y sí, es una tendencia global que no se relaciona en exclusiva con las condiciones económicas. Pero en la medida en que éstas influyen en ese tipo de decisiones, el deber del Gobierno de España es favorecer un clima en el que el dinero no suponga un problema. Que los salarios escasos y la imposibilidad de acceder a una vivienda no vuelvan irrisorio plantearse la paternidad. Mientras Sánchez no mantenga esa vía despejada no puede plantarse con toda su jeta en el Congreso y escudarse en solo una parte del problema para llenar España de mano de obra barata (versión moderna de la esclavitud) mientras los jóvenes licenciados españoles emigran sin esperanza de volver algún día.

No le corresponde a ningún gobierno cambiar la mentalidad hedonista y nihilista que padecen las sociedades occidentales y que lleva a cada vez más personas a despreciar la paternidad, aunque naden en la abundancia económica. Este problema debe abordarlo la sociedad civil, es decir, usted, yo y quienes nos rodean, cada uno desde su trinchera. Pero sí es responsabilidad de nuestros políticos no volver materialmente imposible esta empresa. Y, de paso, recordarles un concepto de importancia capital: el derecho a no emigrar; dejen de tratar a los extranjeros como mercancía barata, basta ya de arruinar el futuro de nuestros jóvenes.

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