Nada de lo público debe ser ajeno a un gobernante
La DANA evidenció los desajustes de nuestra organización pública, a caballo de una administración central y autonómica que todavía hoy, tantos años después de su implantación, evidencia problemas que pueden llevarnos al caos
La instrumentalización política de las desgracias es de una bajeza moral de muy difícil explicación. ¿Qué puede esconder esa falta de empatía por parte de algunos a la hora de tratar de rentabilizar políticamente la tragedia de más de doscientos muertos que estamos viviendo en el Levante español? No es la hora de la mezquindad política, es el momento de la altura de miras, de la nobleza, de la generosidad y de la solidaridad sin nombres ni apellidos.
Tengo muchas dudas y más preguntas que respuestas en esta hora. Mis dudas están acerca de si estas hecatombes provocadas por la Naturaleza se pueden gobernar. Todavía hoy, dos mil años después de que Cristo parase el viento en el Mar de Galilea, nadie ha logrado parar nunca la fuerza desatada de una tormenta de agua y viento. Es probable que se pudiese insistir más en la prevención y también es seguro que vamos a aprender mucho de esta desgracia, pero es absolutamente abyecto tratar de buscar un aprovechamiento político de la situación. Me da lo mismo que ese intento venga de uno u otro partido. Es cierto que en democracia hay que responder ante la ciudadanía y asumir responsabilidades y, además, las exigiremos, pero el espectáculo que algunos políticos están dando, tratando de tirarse las culpas los unos a los otros, no lo merece la ciudadanía.
Nada le es ajeno a un presidente de un país en el campo público. Otra cuestión bien distinta es el ámbito privado. Cualquier gobernante con un mínimo de empatía debería ponerse al lado de las víctimas sin ningún otro tipo de cálculo que el de resolver el desastre. La DANA que el miércoles cayó sobre algunas localidades de Valencia y Albacete evidenció los desajustes de nuestra organización pública, a caballo de una administración central y autonómica que todavía hoy, tantos años después de su implantación, evidencia problemas notables que pueden llevarnos al caos, como en esta ocasión.
Cuando dejemos de poner la atención en esa zona de España, cuando las cámaras se vayan y la actualidad, en sus caos innato, traiga otros vientos y otras epidemias informativas, será, entonces, con serenidad y buena voluntad, la hora de reorganizar y depurar responsabilidades. Será la hora de aprender para que, cuando dentro de medio siglo la Naturaleza vuelva a ponernos en nuestro estado justo de fragilidad, evidencie la condición humana que todavía posee la capacidad de aprender de las derrotas.
Tengo para mí que pasarán los años y volverán las lluvias y los veranos de sol y una tarde inesperada el agua, de apariencia frágil, volverá a golpear a los humanos para darles de nuevo una lección de humildad.