El chivo expiatorio de Sánchez
Mientras en Valencia siguen sufriendo, en Moncloa respiran aliviados de ver cómo ha pasado desapercibida la imputación de Ábalos a manos del Supremo
Han pasado casi dos semanas de la terrorífica DANA que asoló Valencia y todavía hoy hay personas que no han encontrado a sus familiares. Lamentablemente, habrá algunas que nunca lo harán, y mucho menos con el poco esfuerzo que están poniendo las administraciones para evitarlo. Si lo que ocurrió era imposible de prever, como asegura el jefe de la UME, los efectivos se debieron desplegar al día siguiente para tratar de salvar el mayor número posible de vidas. Pero no se hizo. Tampoco ahora, cuando el riesgo son las enfermedades para las personas que se salvaron de la tormenta.
El objetivo de los Gobiernos es otro. Mientras los valencianos intentan seguir adelante, los políticos siguen envueltos en un rifirrafe continuo para tratar de salir indemnes de la crisis. Como si alguno fuera a conseguirlo, porque, en lo que ha ocurrido, culpas tiene todo el mundo. La Generalitat pudo avisar tarde de lo que iba a suceder, pero Moncloa se ha desentendido por completo de una situación que debería haber asumido. Si la mayor riada de la historia del país no es un caso para declarar la emergencia nacional, ¿qué lo es? Y si el relato que quiere imponer el Gobierno central habla de lo mal que está gestionando Mazón lo ocurrido, ¿por qué no le quita el mando?
Lo que quiere evitar Sánchez es salir aún más mal parado de lo que va a salir. Mientras tenga un chivo expiatorio a quien derivar las miradas, menos responsabilidades tendrá que asumir en una crisis que en cualquier país civilizado le habría costado el puesto tanto a los dos presidentes, al de la Comunidad y al del Gobierno. Pero España es España para bien y para mal y, mientras en Valencia siguen sufriendo, en Moncloa respiran aliviados de ver cómo ha pasado desapercibida la imputación de Ábalos a manos del Supremo. Un exministro del Gobierno tendrá que ponerse delante de un juez, pero ahora mismo importa poco la corrupción, tanto la suya como la de Begoña Gómez, que ha dejado de salir en los telediarios y disfruta de un tiempo de paz en el sofá.