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Cosas que pasanAlfonso Ussía

Alcaraz

Disfruta más sobre la pista, y se divierte y enfada más que el mallorquín inigualable. Pero la comparación es injusta. Como Rafa no saldrá otro. Y si sale otro, y se le acerca, ese es Carlos Alcaraz

Actualizada 01:30

Acostumbrados a Rafa Nadal, los aficionados al deporte en general y al tenis en particular, hemos decidido maltratar a Carlos Alcaraz, que además de una gran persona, es un tenista excepcional. Como existió Mozart hay que mortificar a Schubert. Carlos Alcaraz ha conseguido para él y para España, cuatro grandes «slams». Dos torneos de Wimbledon —el rey de los campeonatos—, un Internacional de París —Roland Garros—, y un Abierto de los Estados Unidos. Le falta Australia. Es decir, que ya ha igualado al grandísimo Manolo Santana, con todo lo que le queda por delante. En la actualidad, los periodistas especializados en comentar los partidos de tenis ofrecidos por las cadenas de televisión, se apoyan en la sabiduría y experiencia de un tenista retirado. Nada que objetar, sino todo lo contrario, a Alex Corretja que, además de un formidable jugador de tenis, es un señor, divertido, agudo y misericordioso en los malos momentos de sus compañeros. Pero también hay pelmazos que han sido muy poquita cosa en el tenis, que además de aburridos, reiterativos y solemnes, no dudan en explicarnos a los telespectadores los errores cometidos en determinados golpes por Alcaraz. «Se ha precipitado», «tenía la mitad de la pista vacía y ha devuelto la bola adonde le esperaba Sinner,» y demás tontadas. El tenis de hoy no ofrece tiempo para pensar demasiado. Esos críticos tan inmisericordes y aburridos —Jordi Arrese ganó muy poco en el tenis y es, además, un pelmazo en la narración—, no devolverían una bola a ninguno de los cien primeros tenistas de la ATP. Y con el tenis femenino sucede lo mismo. Conchita Martínez puede opinar lo que quiera, porque es ganadora de Wimbledon. Por desgracia, Garbiñe Muguruza, que además es muy simpática y expresiva, no se dedica a comentar partidos, pero es triunfadora de Wimbledon y de París. Pero «esta bola yo la habría devuelto con un paralelo en lugar de intentar el cruzado» es sentencia muy habitual entre los torpes. Cuando se retiró el fabuloso Juan José Castillo —«¡entró, entró»—, hizo sus pintos en las retransmisiones Andrés Gimeno, otro tenista de excepción, que se perdió —como Laver— muchos torneos por formar parte del grupo profesional de los 'Kramer´s Boys'. Gimeno, en su atardecer, ganó brillantemente un Roland Garros, y comentó muchos partidos para TVE. Se ponía un poco pesado con el «tenis sólido», pero nada más. Era respetuoso y un gran tipo. Nos dejó sin explicar, con tanto tenis sólido, en qué consistía el tenis líquido, pero a Gimeno se lo perdonamos.

Alcaraz, don Carlos o Carlitos, es un tenista que no ha heredado a Nadal. La herencia de Rafa es inabordable. Pero está y estará muchos años entre los cinco primeros tenistas de la ATP. Y ganará más grandes torneos, y se equivocará devolviendo muchos golpes, y moderará sus nervios y sus precipitaciones, porque lo tiene todo, deportivamente, para hacernos felices a los españoles aficionados al tenis. Un gran equipo, como Rafa, una familia ejemplar, como la de Rafa, y unos arrebatos de genialidad superiores a los de Rafa. El gran Rafael Nadal lo ha ganado todo sufriendo, superando sus lesiones, y coincidiendo con dos monstruos como Federer y Djokovic. Y Carlos Alcaraz, a mi modo de interpretar el tenis, disfruta más sobre la pista, y se divierte y enfada más que el mallorquín inigualable. Pero la comparación es injusta. Como Rafa no saldrá otro. Y si sale otro, y se le acerca, ese es Carlos Alcaraz.

Lo escribe quien alcanzó a los 18 años los treintaidosavos de final de la Copa Olegario Arbide de San Sebastián. Y no habla en televisión, como Jordi Arrese.

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