Asesinato en el PSM
No ser lo suficientemente indecente es el hándicap para que Sánchez te fulmine políticamente y mande a un amiguito a hundir más al PSM, partido al que no luce el pelo desde que en 1995 Leguina —otra víctima sanchista— se marchó a su casa
Tic tac. El reloj del Tribunal Supremo marca la fecha del viernes, a las diez de la mañana, para que Juan Lobato deje de enredar y cuente de verdad qué decían esos mensajes que elevó a información pública porque no se fiaba de lo que Moncloa le mandaba, como ayer dejó constancia poniendo la carga de la prueba en su partido. Si era un ilícito penal, tendrá que decírselo al instructor del caso del fiscal general del Estado. No puede ser otra cosa porque nadie lleva ante notario unos WhatsApp que no encierran carga probatoria. Aunque lo hizo tarde. De marzo a noviembre usó esa filtración para hacer oposición a Ayuso y solo cuando la UCO registró a Don Alvarone se asustó y corrió al notario.
En manos de Lobato está dotar de algo de decencia al socialismo español. Ayer enseñó la patita y advirtió a sus compañeros que no jueguen con él, que tiene una metralla letal. Les declaró la guerra. Como Aldama. Así, además, le dijo al narciso de Moncloa que su apuesta por Óscar López para moverle la silla puede ser un acto fallido, si su jefa de gabinete, Pilar Sánchez Acera, le mandó en su nombre —y en la del presidente— una información protegible y, por tanto, cometió un delito de libro. El líder socialista cambió las reglas del juego de las primarias, para poder resurgir cuando los barones le echaron, y ahora son las bases las que deciden. Por lo tanto, Lobato puede atrincherarse y reventar el congreso sevillano de este fin de semana, que ya arrastra un carro cargado con Begoña, Ábalos, Koldo, Aldama, Santos Cerdán y al que se suma el que fuera alcalde —buen alcalde— de Soto del Real. Está a reventar. Aunque eso no signifique que Su Sanchidad no sea aclamado. Que lo será. La nevera llena genera adhesiones inquebrantables.
Pero, aunque no sea inmediato, Lobato será asesinado por Sánchez. El día que eso ocurra y sea expulsado del despacho del líder de los socialistas madrileños será el tercer cadáver que el nefasto jefe del Gobierno español se ha cobrado en la Comunidad donde gobierna Ayuso. Seguro que el líder madrileño recordará cómo Sánchez ya mandó cambiar en su momento la cerradura del despacho para que Tomás Gómez no pudiera entrar, so pretexto de que estaba implicado en un asunto turbio de su municipio Parla; causa de la que fue exonerado. Después, fulminó a Antonio Miguel Carmona, que pudo ser alcalde de Madrid con el apoyo de Esperanza Aguirre, pero Ferraz no le dejó.
No ser lo suficientemente indecente es el hándicap para que Sánchez te fulmine políticamente y mande a un amiguito a hundir más al PSM, partido al que no luce el pelo desde que en 1995 Leguina —otra víctima sanchista— se marchó a su casa. Le sustituyeron, respectivamente, Pepu Hernández y Ángel Gabilondo, que sumaron más fracasos. Ahora otro vasallo de su señor, el fiscal García Ortiz, tiene al Supremo pisándole los talones por violar la ley filtrando datos fiscales reservados del novio de la rival política del presidente.
Pero resulta que Lobato sí conoce y respeta los límites de la legalidad, a diferencia del fiscal y del ministro. Sabía que la orden implicaba ilegalidad, y por eso fue al notario a registrar los mensajes; lo que pasa es que Sánchez no hace prisioneros, y en público Lobato disimuló aventando datos confidenciales como si fuera un inmoral cualquiera, como sus compañeros de partido. Hasta tuvo que hacerle la rendibú a la señora catedrática cuando hubo de ir a la comisión de investigación de la Asamblea de Madrid. Perdió la dignidad, aunque ahora sabemos que en privado sí la mantuvo. Solo hace falta que no encubra un delito ante el Supremo.
Pasado mañana el que fuera regidor de Soto tendrá que declarar como testigo, y, por tanto, decir verdad, sobre las presiones a las que le sometió Moncloa para que delinquiera ventilando públicamente datos secretos de un ciudadano anónimo para tapar a Begoña, que en ese mes de marzo pasado estaba en todas las portadas no vendidas de España. Otra palada más a las opciones en Madrid, donde el PSOE ya es tercera fuerza política, tras comerle la tostada el Más Madrid de Errejón y Mónica García, ante los que Gabilondo perdió 13 escaños. No se puede caer más bajo. Sus principales enterradores han sido los mismos que se han cargado España: los funestos Zapatero y Sánchez.
Sánchez va a colocar al sobrero de su Gobierno, Óscar López, (quizá ya imputado) para competir con la presidenta madrileña, su auténtica obsesión freudiana. En las elecciones adelantadas de 2021, Ayuso se comportó como una auténtica quebrantahuesos y aniquiló políticamente a Sánchez y al odiado mayor de la villa y corte, Pablo Iglesias, que vino a salvarnos del fascismo y terminó de empleado de Roures. Ahora, curiosamente, la presidenta madrileña —a través de su pareja— puede terminar de tumbar al sanchismo en los tribunales.
Tan nerviosos los pone a todos que creyeron cometer con González Amador el crimen perfecto y fue una chapuza llena de huellas y restos de ADN. Los de Sánchez, los de la jefa de gabinete de su jefe de gabinete, los de García Ortiz y los del propio Óscar López, un ministro de Transformación Digital cuyas huellas digitales podrían estar en la escena del crimen.