Marlaska nos ahoga
«Big Brother Marlaska» nos obliga a los hoteleros a arrancar de nuestros visitantes esos datos donde la ley de los bancos no permite entrar, y así papá Estado tendrá la llave de los recursos económicos de 90 millones de turistas sin seguridad ninguna
Para quienes no soporten las hordas del centro en Navidad, aderezadas con «peatones-policía» señaladores enfurecidos de cualquier vicio o costumbre no validado por el pensamiento imperante como querer fumarse un cigarrillo, conservar el coche de gasolina para bajar al centro o comerse un chuletón de vaca que expulsa gases al cielo; para quienes simplemente desean improvisar viajes con su churri (o quien sea) por España sin dar explicaciones; para aquel que anhele su libertad de antaño; para quien juró que nunca más se quedaría callado sin hacer nada ante los insultos chirriantes de la vecina en el balcón, «hijo de puta, métete en casa, nos pones en peligro a todos» a un paseante solitario; para quien no quiera arrodillarse ante el imperio de la obediencia ciega, a quien le abochorne recordar el fanatismo aplaudidor desde el balcón y que ha decidido, después de lo vivido en COVID (emparedados en casa sin derechos), nunca más ser vasallo de la dictadura coactiva impuesta por gobiernos carísimos de mantener y demostradamente inoperantes. Para todos ellos, traigo un aviso: Gran hermano aterriza en España y a través del turismo, nuestra principal industria, pretende desmochar lo que queda de mundo libre. Hay que rebelarse.
Lunes 2 de diciembre, la fecha elegida por Marlaska para dejar de disimular y, por decreto, al más puro estilo Franquifacha que tanto repele a los abanderados de lo progre, todo viajero nacional o internacional que quiera alojarse en España se someterá al tormento de un interrogatorio si quiere dormir bajo techo. Se nos ha dicho a los hoteleros que si el cliente se niega hay que echarle, o prepárense para multas millonarias…así, sin paliativos. Siempre ha sido un engorro inhumano tanto para el recepcionista como para el cliente proporcionar los 14 datos que obligaban a pedir para una reserva hotelera, pero, a partir de ahora, el viajero deberá aportar 42 datos personales entre los que se exigen disparates como cotillear qué relación le une a su acompañante o la obligación de revelar el número de su tarjeta de crédito, fecha de caducidad, hasta el IBAN Bancario. Por hacerlo rápido, hasta ahora el hotel jamás accedía ni coleccionaba esos datos bancarios pues los pagos con TPV eran operaciones encriptadas entre entidades bancarias privadas (con seguridad anti-hackers que nuestros negocios no tienen). Desde ahora, Big Brother Marlaska nos obliga a los hoteleros a arrancar de nuestros visitantes esos datos donde la ley de los bancos no le permitía entrar, y así papá Estado tendrá la llave de los recursos económicos de cada uno. ¿Les parece normal?
No sé qué opinarán los expertos en leyes ¿Se debe acatar la ley cuando se trata de un abuso de poder absolutamente arbitrario? ¿Hasta qué punto debemos ser cómplices del Estado y forzar este gran hermano que terminará con robos masivos de datos? ¿Qué ley debemos cumplir? ¿La del decretazo del gran hermano o el reglamento europeo de protección de datos?
Me pregunto a qué viene este afán repentino de acopio de datos que se puede llevar por delante a la industria turística. Se trata de una ley que surge sin ton ni son, que no responde a ninguna necesidad de seguridad puesto que los hoteleros ya pasábamos a la policía todos los datos de los visitantes, ni es una ley que esté respondiendo a ningún problema social que precise gestión. ¿Cuáles son los intereses ocultos detrás de este decretazo? Algún día lo sabremos.
El panorama es desolador, en Europa las agencias de viajes internacionales están apretando a los turistas para que dejen de venir a España, pero el problema no va sólo de socialistas poniendo como siempre palos en las ruedas de los españoles que levantamos la persiana cada mañana; se trata de dar otra vueltecita de tuerca para apoderarse del control absoluto y del acceso a los datos bancarios de 90 millones de ciudadanos que viajen a España. Y, cómo no, veremos a todos los ignorantes del mundo salir al balcón aplaudiendo con vehemencia, con devoción, con creencia fanática, es por «nuestra seguridad», mientras su Sanchidad fomenta la entrada a hordas de inmigrantes ilegales a los que ni se les verifica la edad.
Ya en Covid vimos todos lo fácil que fue manipular a la sociedad. Acatamos leyes arbitrarias que insultaban nuestra inteligencia; por favor, ¡llevábamos mascarillas andando solos por el campo! Aquel abuso de poder fue posible porque la mayoría obedecimos sin más. Hay que rebelarse.
La pandemia nos pilló más ingenuos, más verdes, pero hoy me parece escuchar un rumor, un run run, algo se mueve en la sociedad civil de manera inconexa pero general: autónomos, profesionales liberales, trabajadores, empresarios, ciudadanos medios, gente sin cuota de poder, de esa que no pisa moqueta y que hasta ahora había delegado inocente la gestión de sus vidas, sus embalses y economías, ha perdido la fe y estamos perdiendo el miedo. Niéguense a entregar sus datos bancarios. Nadie lo hace en Europa. Nosotros acogeremos a nuestros turistas contra viento y marea.
Decía Schopenhauer que, tarde o temprano, quien ha perdido la esperanza termina perdiendo el miedo. Ese es mi caso, porque a la fuerza ahorcan.