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Palabra de honorCarmen Cordón

El plantón

Pensé en la generosidad que ha demostrado por primera vez un político, Santiago Abascal, al apartarse y permitir a un 'outsider' como Tamames denunciar este diálogo de sordos entre políticos y ciudadanos

Actualizada 01:30

Una lluviosa tarde de mi remota adolescencia en Zaragoza me dieron plantón. Yo era una chica tímida, más bien sosita, con poca vida social y él era el chico más guapo de Jesuitas. Ingenua yo, como era, esperé ilusionada largas horas bajo el toldo de una terraza a mi cita que nunca llegó. Recuerdo que cuando pensé en marcharme, tres horas más tarde de cafés fríos y pies mojados, aún dudaba sobre el interés de mi galán, e inventé una especie de ruleta rusa del amor: «Si ese señor que acaba de sentarse pide café solo, me quiere y le espero un rato más; si lo pide cortado, no me quiere y me voy.» Pidió cortado. Me fui con el labio lleno de mocos.

En fin… pensaba yo que esas cosas ya no pasan con tanto móvil, estaba equivocada. Ayer me dieron otro plantón. La reunión interruptus que tenía agendada en el café Gijón nada tenía que ver con el amor y, tras la media hora de rigor de espera con cara de idiota, ni solo ni cortado, decidí marcharme a deambular como un turista más por el Paseo del Prado. Hacía años que no paseaba ociosa en plena vorágine laboral. De Cibeles a Neptuno hay una estatua soberbia a Apolo, por lo visto, la mandó hacer Carlos III para simbolizarse a sí mismo entre la tierra (Cibeles) y los mares ( Neptuno)… cosas de sangre azul… terminé frente al Congreso de los Diputados y pasada la escalinata de los leones, entre las rejas defendidas por policías impasibles, me quedé atónita, más bien hipnotizada, mirando a un grupo de parlamentarios que mantenían la típica charla relajada de esas que se dan en torno a un cigarrillo o un café. No sé muy bien a qué vino mi embeleso, ni cómo explicar el impacto que me causaron… pero todos ellos me parecieron condes, duques, príncipes, de sangre azul.

Allí estaban ellos, nuestros elegidos. Tanto de derechas como de izquierdas su aspecto físico era brillante, energético, vestían trajes de sastre de pantalón estrecho y chaqueta impecable, zapatos lustrosos y sonrisas blanqueadas, chicas finas con sedas y peluquería… Los había visto infinidad de veces en los informativos de televisión, pero, ahí, en directo, pensé: sigue existiendo sangre azul pero ya no corre sólo por las venas de los parientes de Carlos III, está a ese lado de la reja con sus risitas. Entonces me transporté al 1789 francés cuando, en pleno estado de caos, corrupción e incompetencia de sus lideres completamente ajenos a la realidad del pueblo, un grupo de parisinos asaltó la Bastilla. Me hizo gracia. Yo sangrada a impuestos y tras la reja la nueva aristocracia lo mismo 230 años después, pero esta vez el ciudadano asaltante había sido Tamames. Pensé en la moción de censura, el discurso y réplicas impecables que eran la voz del sentido común, la del pueblo libre de ideologías clamando por una libertad y una prosperidad perdida a base de malas decisiones tomadas allí arriba, en el poder. Pensé en la absoluta ausencia de debate, de «parlamento», en las peroratas ideológicas indigeribles. Padecemos el peor Gobierno de la historia de España… con la peor oposición. Una oposición que también dio plantón (Feijó ni se personó) y que tuvo el cuajo de abstenerse avalando el desastre de gestión del Gobierno de Sánchez. Con un gasto público desesperante, impagable, de una ineficacia feroz, avalado, engordado y defendido por unos y otros desde la transición. Me vino a la cabeza ese video hiriente en el que Rajoy, junto a Felipe González, presumía entre risas cómo a pesar de ser de «derechas» él había encabezado el Gobierno más gastador y más había sangrado al pueblo con impuestos (44.000 millones más de deuda con Rajoy que con Zapatero). Eso sí que es un plantón de la derecha en toda regla, y lo es su posicionamiento sin defender el español en los colegios (en Baleares ni lo hizo Jaume Matas, ni Bauzá, ni ahora Prohens); y lo es que se pongan de perfil ante leyes inconstitucionales como la de violencia de género que se carga la presunción de inocencia si has nacido varón; y mirar a otro lado ante abusos como lo que conllevan las leyes de ideología de género que manipulan a nuestros niños; y ser cómplice de una diarrea regulatoria y legislativa con la que llevan años sometiendo a la sociedad, toda inútil, casi imposible de cumplir, cada vez más metida en el ámbito de lo privado; y permitir que la democracia, que yo tanto admiraba, se haya convertido en una coartada para condenar nuestras preferencias, nuestras costumbres, nuestras creencias y tradiciones a través de coaliciones con minorías sin alma con las que mantienen sus sillones; un plantón participando en corruptelas y cambios de cromos toqueteando la justicia para salir indemnes (aún estamos pagando todos el rescate a las cajas de ahorros mangoneadas por políticos, sindicatos y caciquillos en la órbita de todos los partidos).

Imaginé los inicios ingenuos de alguno de los que allí charlaban entre risas, (que a lo mejor empezó con valores, con principios, con verdadera vocación de servicio público) pero había sido abducido por las intrigas palaciegas y especulé sobre sus luchas, traiciones y venganzas para lograr ser él uno de los elegidos del «señor feudal». Tan ajenos al pueblo, tan fuera de la realidad. Pensé en la generosidad que ha demostrado por primera vez un político, Santiago Abascal, al apartarse y permitir a un outsider como Tamames denunciar este diálogo de sordos entre políticos y ciudadanos, entre colectivos artificialmente creados e individuos anulados e ignorados, entre científicos sociales y sociedad civil real que nos está llevando al límite.

He perdido esa ingenuidad adolescente de antaño, no permanecí ni 5 minutos allí plantada. Allí cerca me senté junto a unos muchachos que pedían café. Sonreí para adentro. Ni sólo ni cortado. A mí ya no me dan más plantón, es el momento de sacudir los cimientos… dejé que mis pasos me llevasen pensativa a afrontar un futuro incierto al que estos príncipes ajenos al pueblo nos están despeñando… debe de ser verdad que solo queda Vox.

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