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Palabra de honorCarmen Cordón

Vértigo de vivir


Como declarada ignorante de la vida que soy, desconozco si esta incapacidad del Estado es algo nuevo de estos tiempos, pero todo apunta a que el pueblo se encuentra hoy ante un Estado que debería estar a nuestro servicio y se perfila como el enemigo a batir

Actualizada 01:30

El próximo miércoles 20 de noviembre cumplo 57 años, si Dios quiere. Una edad que empieza a atravesar con soltura el umbral de la madurez. Pensaba yo que esto de la madurez implicaba dejar atrás esa sensación de estar incompleta, indecisa, de vivir sumida en una vorágine vital de ensayo-error. Resulta que no.

Cenaba el otro día con unos amigos muy queridos que veo de ciento a viento. (Hace casi 30 años Mallorca unió nuestras vidas en esa etapa tan novedosa como intensa que trae el primer empleo de responsabilidad y la crianza de nuestros hijos) Charlábamos, digo, animados por nuestro reencuentro después de mucho tiempo… cada uno de su lucha, la de los hijos ya adultos (todos expatriados a por oportunidades que España no les brinda)… cuando un espejo decorativo, de esos en tonos sepia, me devolvió la instantánea de nuestro propio reflejo. Enmudecí. Estaba frente al paso del tiempo. Fue como avistar el óleo del desván de Dorian Grey y que nos había engullido. A ver, que no se me enfade ninguno… todos se mantienen muy bien, guapos, fuertes e iluminados por ese halo de cierto poder que te da la experiencia, pero esa instantánea; la visión de lo transcurrido, lo ya vivido, me lanzó al abismo y sentí vértigo de vivir: pero no en el sentido de afrontar la velocidad a la que va todo; o la consciencia de acercarnos a ciegas al inevitable final, más bien, se trataba del desasosiego de constatar que nadie está nunca hecho del todo; de que vamos improvisando desinformados; de que nos enfrentamos a una nueva etapa de hijos casaderos, de posibles nietos, de sus decisiones futuras y nada podremos hacer, ni decir sobre esos temas, igual que hicimos nosotros; nada está bajo control. Ni a estas alturas ni nunca.

¿Será que todo es inevitable? Cuando yo nací en 1967 hacía tan sólo 22 años había terminado la Segunda Guerra Mundial, la locura populista nazi, el genocidio de los judíos y lo leí como un tema más de Historia: ni frío ni calor. Luego se condenó al socialismo a media Europa y, a pesar de que todos fuimos testigos de que cuando cayó el muro no hubo ni uno sólo corriendo para entrar en el lado socialista de Berlín, hoy son millones los que votan eso: socialismo. Lo mismo con las catastróficas riadas de Valencia, yo ignoraba que en 1957 se vivió algo parecido y Franco hizo después una obra hidráulica que es la que esta vez ha salvado a Valencia. Por lo visto los desastres en la zona, lejos de ser consecuencia de aquel «calentamiento global» amenazante de Al Gore, vienen de mucho, muchísimo más lejos, probablemente desde el inicio de los tiempos. Ya en 1775 el botánico naturista y geógrafo José Antonio Cavanilles describía cómo «el barranco del Poyo de cauce siempre seco en veces recibe tantas aguas y corre tan furiosamente que destruye cuanto encuentra en Chiva, sorprehendiendo vecinos, asolando edificios y esparciendo por más de dos leguas los tristes despojos y cadáveres»… ¡Se sabe! Pero, ni frío ni calor, y en base a no sé qué agenda europea de guitarra y Cumbayá para 2030, la ministra de turno paraliza unas canalizaciones, infraestructuras y presas que habrían salvado vidas. ¿Podrá conciliar el sueño la ministra Ribera?

Adanista, creo que así se llama lo que debo ser yo (junto con la clase política) una ignorante que se cree que es la primera lista que se pone con el tema de los pañales, los hijos casaderos, y se atreve a todo sin saber de nada. ¿Es inevitable nuestra condición de cortoplacistas incapacitados? La verdad, resulta muy inquietante ser testigo de este adanismo en la función pública española que se ha mostrado absolutamente invertebrada a pesar de las experiencias de la historia y de la cantidad ingente de recursos a modo de impuestos con los que cuentan y nos sangran. Como declarada ignorante de la vida que soy, desconozco si esta incapacidad del Estado es algo nuevo de estos tiempos, pero todo apunta a que el pueblo se encuentra hoy ante un Estado que debería estar a nuestro servicio y se perfila como el enemigo a batir. Un Estado de funcionarios multiplicado sin tasa en las últimas décadas, en la que el poder político se ha infiltrado desvirtuando sus capacidades, sus mecanismos de acción, tal vez sus reglas internas… y el resultado es el colapso ante el desastre.

En aquella gota de tiempo reflejada vi cómo, aunque peinemos canas, somos nuevos en casi todo y parecemos estar destinados a repetir metódicamente los mismos errores hasta el final de nuestra existencia. Hijos, nietos, presas, socialismo ¿Será posible que la raza humana sólo aprenda de la experiencia propia? El pueblo español erigido como héroe de la España que hoy sufrimos (y que desgraciadamente hemos votado) ha demostrado ser mucho más eficaz, responsable y digno que ningún gobernante, tal vez cambien ahora las tornas, pero el problema es sistémico porque ni PP ni PSOE, ni unos ni otros parecen querer poner orden. Sinceramente, una sola vida se me antoja corta, muy corta para avisar a los que vendrán. Seguimos con el ensayo-error. Qué vértigo da vivir.

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