Bolaños, los días y los trabajos
Es penoso saber que en la Moncloa se trabaja con denuedo todos los días del año, incluido este 31 de diciembre pasado, para enfrentar a unos españoles con otros
Existe un buen número de adjetivos para calificar a Sánchez, el ocupante actual de la Moncloa. El problema del epíteto es que resta fuerza al argumento. Por eso no me quiero deslizar por ahí, pero admito que «impostor» sería el calificativo más ajustado a la figura de Sánchez. Lo es porque está impostando permanentemente y su impostura en ocasiones hasta engaña y logra su objetivo. Por ejemplo, practica la engañifa al nombrar hasta tres vicepresidentas mujeres, mientras su verdadero segundo es un hombre. Primero lo fue Ábalos y ahora lo es Bolaños, el triministro.
Me cuentan que el triministro, más conocido en los ambientes radiofónicos como Gracita Bolaños, es muy trabajador. Vamos, que les dedica horas a sus múltiples ocupaciones, incluida la de ayudar al abogado de Begoña a redactar la querella contra el juez Peinado, con la suerte ya conocida de fracaso estrepitoso. Ya decía un veterano empresario español que no hay nada peor que un empleado tonto con muchas ganas de trabajar.
Tampoco sé muy bien a qué se dedica Bolaños exactamente, pues desde hace más de un año este Gobierno no saca una ley adelante. A pesar de ello, me cuentan que llama directamente a la Abogacía del Estado y que está todo el día dando vueltas alrededor de la máquina de fango y odio en que se ha convertido este movimiento sanchista, más parecido a una autocracia que a una democracia verdadera. La prueba la tienen en su airada reacción a las críticas legítimas que muchos ciudadanos emitieron tras el insulto a los sentimientos religiosos de la mayoría de los españoles con la chirigota que sobre el Corazón de Jesús perpetró una activista del odio llamada Lalachus. Para estar atentos a las consecuencias de la dana valenciana no tenían mucho tiempo, pero para reaccionar amenazando con nuevos agravios a la mitad de la población española ahí estaba el esforzado de Bolaños, anunciando ya una rebaja de delitos de ofensas religiosas. Es algo que propusieron en su día sobre la figura del Rey. Querían despenalizar las injurias a la Corona, pero jugar a la piñata con un cabezón de cartón que no se parecía en nada a Sánchez (ah, eso sí) era una enorme ofensa. Por no citar el caso del juez Ruiz de Lara, que se limitó a recoger en sus redes un vídeo anónimo sobre Barbigoña y ya lo quieren enviar a galeras. La izquierda actual, como siempre, con su doble vara de medir.
Supongo que en ese afán por rebajar el delito de ofensas religiosas se hará para que la valiente Lalachus se burle de Mahoma y de los creyentes del Islam. ¿A que no hay narices, Bolaños? Por qué será que siempre se ríen de los católicos. Tal vez por el mandato evangélico de poner la otra mejilla. Si es así, lo de Bolaños y compañía es simplemente cobardía. Se burlan de los débiles, pero no hay arrestos con los que pegaron un tiro y mataron a los humoristas de Charlie Hebdo cuando estos hicieron un humor bastante más fino que, sin embargo, no gustó a los seguidores de Alá.
Es una pena tener que escribir sobre esto, pero más penoso es saber que en la Moncloa se trabaja con denuedo todos los días del año, incluido este 31 de diciembre pasado, para enfrentar a unos españoles con otros. Bolaños, a mí no me gusta darle lecciones ni consejos a nadie, porque, a diferencia de ti, creo en la libertad, pero hay otras muchas cosas que hacer, incluidos estos días en que los Reyes Magos están a punto de llegar. Les voy a pedir mesura, templanza, buena voluntad y tolerancia para ti. Para que veas que no soy rencoroso.