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GaleanaEdurne Uriarte

Sánchez contra la libertad de expresión

El discurso de Sánchez en Davos contra las redes sociales ha sido inquietante: puro populismo autoritario y contra la libertad de expresión

Actualizada 01:30

Se ha prestado poca atención al discurso de Pedro Sánchez esta semana en Davos. Y, sin embargo, el discurso ha sido inquietante. Un paso más en su escalada populista y autoritaria, en la línea de la extrema izquierda mundial. Con el objetivo de deslegitimar a la derecha nacional e internacional, pero también de cuestionar la libertad de expresión en aquellos medios de comunicación no controlados por la izquierda.

El ataque en Davos a lo que Pedro Sánchez llama «la tecnocasta» es el punto culminante de lo que hace años empezó con la «extrema derecha». O la pretensión de convertir a todo aquello que no fuera socialismo y comunismo en extremista y antidemocrático. Comenzó con lo de la extrema derecha y pronto subió a la ultraderecha, cuando lo primero no parecía ya suficientemente sonoro. Siempre acompañados ambos de otros conceptos como «reaccionarios» y «fascistas». O «neofascistas», también adoptado por el PNV para descalificar a quienes cuestionamos el regalo del palacete en París.

Pues bien, ahora Pedro Sánchez ha llamado en Davos a combatir las redes sociales, con el argumento de que son medios controlados por los tecno-billonarios que pretenden desmantelar nuestras democracias. Milei tiene razón: Sánchez quiere callar a todos los que piensan distinto. Y es que imaginen a un líder de la derecha proponiendo combatir a los periódicos tradicionales de América o Europa Occidental, con el argumento de que están controlados por millonarios que quieren desmantelar la democracia. Pues es exactamente eso lo que ha hecho Sánchez, pero con los medios que han escapado de la hegemonía de la izquierda.

Porque los periódicos tradicionales llevan décadas dominados por la izquierda y trasladando al mundo la visión del progresismo. Y controlados, por supuesto, por los millonarios correspondientes, pero cercanos a las ideas de Sánchez. Como lo estaban las redes sociales hasta no hace mucho tiempo. De hecho, cuando el progre Jack Dorsey era el dueño de Twitter y suspendía la cuenta de Trump, entre otros, Sánchez no estaba preocupado por las redes sociales. Tampoco le preocupaba el anonimato mientras pagaba, y paga, a la Sra. Gusano, alias Mr. Handsome, para que glosara su belleza y sus hazañas en su cuenta anónima de la red.

Pero las cosas se le han torcido a Sánchez y al progresismo mundial. Pero no solo porque Twitter ha sido comprado por un millonario que no es de los suyos, como lo era Dorsey. Sobre todo, porque ese pueblo ciudadano que creían progresista se les ha revelado de derechas y 'antiwoke', además de profundamente crítico con la corrupción de la familia de Sánchez y del PSOE. Este es el problema de fondo que alimenta la furia populista y autoritaria de Pedro Sánchez. Creyeron que también las redes eran suyas, como la gran mayoría de medios tradicionales, y han descubierto que no. Que cuestionan la corrupción socialista, que critican el progresismo y el 'wokismo', y que son el primer lugar de información y debate político en el que la derecha se ha impuesto a la izquierda.

Por eso Pedro Sánchez quiere ahora controlar y reprimir a las redes. Es puro autoritarismo y persecución de la libertad de expresión. Atención a ese inquietante y amenazador discurso de Davos.

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