La sobrina carnal del ministro
Para que la novia –digo la sobrina– del ministro fuera contratada en Tragsa no necesitó pasar por examen alguno sino le bastó con contar con dos requisitos: disponer de titulación administrativa y tener experiencia de trabajo de un año en empresas públicas y un año en trabajos en el sector ferroviario
En las pelis de Cine de Barrio los vejestorios siempre presentaban a sus queridas churris de pago bajo el eufemismo de «esta es mi sobrina». La diferencia de edad ayudaba a tragar el embuste. Pero desde Alfredo Landa a Torrente la vida cambió, y la sobrina pasó a ser presentada con un «aquí una amiga». Hasta que llegó José Luis Ábalos y consiguió una vuelta más de tuerca; en el fondo, el titular de Fomento era un híbrido de los arquetipos cinematográficos del pasado y del presente. Como la mano derecha de Pedro Sánchez le llevaba a Jessica Rodríguez 36 añitos optó por enchufarla en una empresa pública bajo el título infalible de «sobrina del ministro», a la que pagaba un pisito –un ático, en la jerga inmobiliaria actual– en el centro de Madrid. Hasta aquí todos los clásicos de la España del tardofranquismo para entrar de lleno en el plenosanchismo. El Torrente del Turia introdujo elementos más modernos, más inclusivos, propios del régimen de Pedro, como pasear a su amiga como pareja e invitada de honor en los viajes oficiales. O ayudarla en sus estudios de Odontología. El progreso estaba aquí y las chicas de luces de neón también tenían derecho a estudios universitarios. Aunque fuera en los chiringuitos de los campus privados.
Los nuevos tiempos obligaban a la izquierda a darle normalidad y un barniz de igualitarismo a novia del ministro. Hay que reconocerle a José Luis grandes avances en la visibilidad de las sobrinas «carnales». Ni discriminación por razón de sexo, ni de raza, ni de cultura, ni mucho menos por razón de oficio. Y si encima hablamos del más antiguo del mundo, pues menos. El precursor ministro progresista sabía de los lazos de la familia política del presidente con el negocio de las saunas, y nunca atisbó objeción alguna en fomentar esa industria, la misma que en los mítines y en las arengas parlamentarias denostaba. Pero ¿quién no ha cabalgado sobre sus contradicciones?, como vaticinó Iglesias, otro macho alfa con instinto de protección por las mujeres que trabajan con él.
La sobrina del ministro fue contratada por dos entes oficiales, Ineco y Tragsa. Cuando la echaron de uno, tardó cuatro días en ser enchufada por el otro. En Tragsa, la segunda empresa pública más importante de España, nunca fichó en el sistema de control horario. Así lo confirmó el miércoles el presidente de la compañía, Jesús Casas, ante la comisión Koldo en el Senado; dijo que todo era «asqueroso» y «lamentable». ¿Y por qué no fichaba esta señorita? Pues porque tenía un «contrato asignado a la presidencia de Adif», cuya máxima responsable era Isabel Pardo de Vera, persona de confianza de Ábalos. La misma Jessi contó al Supremo que tampoco en Ineco pegó palo al agua, salvo un curso de riesgos laborales. Una liberada 2.0, seguidora de la doctrina de Unai y Pepe Álvarez. El estajanovismo está sobrevalorado para el sindicalismo de la gamba y el del catálogo.
Para que la novia –digo la sobrina– del ministro fuera contratada en Tragsa no necesitó pasar por examen alguno sino le bastó con contar con dos requisitos: disponer de titulación administrativa y tener experiencia de trabajo de un año en empresas públicas y un año en trabajos en el sector ferroviario. Sus responsables dicen que cumplía sobradamente con esas exigencias. Entendemos que la experiencia en empresas públicas se la dio su paso por el empleo de Ineco, aunque allí no trabajó realmente. Y su experiencia en el sector ferroviario traería consecuencia de su cercanía al ministro de las líneas ferroviarias. Así que no hubo duda de su idoneidad.
Ahora que ha comenzado la campaña de la Renta, con Marisu Montero y su vehemencia funcional depredando nuestros ahorros y los pilares del Estado de derecho, estoy segura de que al que le salga a pagar se acordará vivamente del patrimonio de Ábalos, de las nóminas públicas y las dietas de Jessica, de los conservatorios bien remunerados de Azagra y de los negocios de la catedrática (en universidad pública, claro) Begoña. Pero no se aflijan. Todo sea por el escudo social y las políticas inclusivas y con perspectiva de género. No es magia; son tus impuestos.