Cartas al director
La «obsexión»
En este país lleno de gente mal pensada, son muchos los que dudan que Irene Montero tuviese la capacidad necesaria para llegar a ser cajera de supermercado pero, sin embargo, pocos dudan de que, gracias a su trayectoria política, haya hecho méritos suficientes para ser elevada al rango de ministra.
Soy de los que creen que sus palabras sobre el sexo consentido en menores fueron un simple error, que cualquiera que tenga que hablar en público tantas veces puede cometer un desliz y no expresar exactamente lo que pretende. Me resisto a creer que lo que dijo sea literal y pienso que lo que realmente quería decir era que los niños deberán poder decidir con quién tienen sexo «el día que tengan la edad suficiente». Así de sencillo. Lo único que se necesitaba era que, después, lo hubiese explicado reconociendo haberse expresado incorrectamente y cometido un entendible fallo humano.
Lo inexplicable es que no lo aclarase. Y ello nos lleva a pensar que, o bien su soberbia es tan ingente que no se lo permite, o que vive de la provocación y la polémica constante, o que realmente dijo exactamente lo que pretendía. O todo lo anterior junto.
En cualquier caso, después de decir lo que dijo sin haber rectificado, creo que en un país serio algún juez ya le hubiera abierto expediente.
La mayor parte de las políticas que propugnan estos personajes, que algunos califican como feminazis, todas las leyes que proponen y todas sus actividades, se caracterizan no solo por una rancia ideología de izquierda radical, sino que directa o indirectamente acaban siempre teniendo relación con el sexo o lo citan.
No sé si algún extraño trastorno obsesivo compulsivo les domina ni si habrán sufrido traumas a lo largo de su vida, pero tal vez fuera digno de estudio.