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Cartas al director

Dostoyevski: esperanza cristiana

Estas semanas llevamos un grupo de amigos tirando las campanas al vuelo por un hito de la literatura universal: Dostoievski, en su 201 aniversario del nacimiento. Tal grupo de amigos formamos parte de un partido político cargado de humanismo cristiano por los cuatro costados y no es para menos cuando este gran moscovita está siendo uno de nuestros principales baluartes en nuestra filosofía de pensamiento. Sin duda alguna sabemos que estamos ante un maestro insigne y desde aquí deseamos en pocas letras dar nuestro humilde reconocimiento. Su fecha de nacimiento fue el 11 de noviembre de 1821.

Para todos nosotros es un verdadero genio, de esos que surgen en la historia de la literatura y que nos ayudan a comprendernos a nosotros mismos. Si los maestros pueden tratar los misterios más grandes del ser humano con clarividencia y belleza, solo los genios han hecho, seguro, del misterio su fuente y su propia morada. «Todo es misterio, amigo; en todo hay un misterio de Dios. En cada árbol, en cada brizna de hierba está ese mismo misterio cifrado». Nos situamos con este gran literato ante una atmósfera sobrenatural y sentimos una profunda y poderosa presencia de Dios Creador que está ahí presente. Observamos cómo dentro de la atmósfera de su obra lo domina todo, así lo decía Romano Guardini.

Iván Karamázov, cuando lanza la pregunta de si existe Dios al mismísimo diablo estaba creando la tensión y el patetismo suficiente para que la cuestión resonase fuerte, pues lo único que no se admite es la frivolidad, siendo su única pretensión hacernos participar de ese tormento, sin querer acabar nunca de resolver la duda, ya que Dios no es un problema que se pueda ni se deba resolver.

Nos enorgullece tal insigne literato en un mundo casi místico, donde camina siempre por nieve virgen, lo que exige una enorme confianza y audacia hacia sus lectores y, como buen ortodoxo, observamos que valora muchísimo el misterio de la vida. Es por ello que su escritura, su estilo y sus recursos tienen un gran parecido al mundo litúrgico, ya que su fin es mostrar el misterio de Dios y del hombre. Ello traerá: su gran estructura narrativa, sentirse parte de un pueblo y, por supuesto, exponer historias hermosas, pues lo que se trata aquí es de vestir con palabras a Quien es por esencia la Suma Belleza.

Dar un ¡hurra!, una felicitación, un agradecimiento universal nos suena a poco, pero es posible, estando a un mes de la Navidad nos acerquemos a sus libros y degustemos una buena literatura universal cargada de alivio, esperanza y fortaleza ante el ambiente pesimista y tristón que campa por nuestro país. Leer a Dostoievski es hacer que todo gire alrededor del enigma de la persona y, hoy, más que nunca, lo necesitamos de veras.

Mariano Galián Tudela

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