Cartas al director
No comprendemos nada
Tengo un pacto existencial para celebrar la vida sin odiar la muerte. Ser el hombre que recupera su horizontalidad perdida, en ese núcleo de la existencia en la que la poesía deje de ser un lamento, para volver a ser canto, himno, alabanza. Donde la sombra de las cosas alarga su sentido/ las hojas, al caer, alcanzan su destino.
Gracias al lenguaje podemos ser los salvadores de esta tierra profunda y caduca. La historia nos dice de lo que hemos sido capaces de ser / mi aliento, no me da / para tanta celebración. No dejemos que la mala política acabe con la palabra del poeta. Y arda en el centro mismo del corazón del hombre. Estamos lamentando la paulatina conversión de la sociedad en una chusma que se reboza en las pasiones más innobles. En la disolución de los valores morales.
Cuando en una sociedad desaparecen los sentimientos humanos, asciende el odio, la envidia, el resentimiento y la inmoralidad. Donde los demagogos con mando en plaza presumen con entusiasmo de su ideología de moda. España se ha convertido en una charca donde todas las bajas pasiones se hunden en el cieno más sucio.
La razón mueve el espíritu de los hombres y a través de los sentimientos se impulsa el avance hacia la libertad y la justicia. Vivimos en un mundo sin corazón y sin alma, donde un virus, una guerra y un populismo de emergencia que cambia las leyes de la vida y la muerte, unido a los desastres naturales, desmonta esa concepción de que hay un progreso lineal. La desigualdad en la condición humana sigue siendo brutal. Mirar el pensamiento del presente provoca horror.
Los filósofos se esfuerzan en comprender el cambio de las leyes históricas de la vida y la muerte e intentan explicar la evolución social. Y establecer unas categorías que nos permitan entender el mundo. Resulta muy difícil entender y admitir que la realidad que vivimos es incomprensible…