Cartas al director
Control imprescindible
Lo de la inflación de los alimentos es como la pandemia de covid. Por muchas medidas que se tomen, no somos capaces de vencerla. Es lo que más debe preocuparnos por causar los mayores daños. Y no consuela saber que otros están mucho peor, porque tres de cada diez bienes que consumimos tienen ya un alza de doble dígito. El precio de los alimentos empieza a antojarse imposible e inabordable. Unos ejemplos: el azúcar subió más del 50 %; la leche un 32 %, los aceites un 30 %, las patatas lo hicieron un 20 % y el pan un 12 %. Hablamos de productos esenciales, que se entienden imprescindibles en cualquier alimentación y siguen subiendo. El problema es que no existen medidas mágicas ni fiables para poner coto a este despropósito. Ni quienes tienen que hacerlo llegan a acuerdos básicos. El Gobierno está dividido, lo que tampoco es novedad, porque Unidas Podemos plantea bonificar la compra. Mientras, el ministro Luis Planas mantiene que la rebaja del IVA a productos seleccionados contribuye a «frenar» la escalada y propone «continuar trabajando en este objetivo». Hacienda y Economía se resisten a bajar el IVA, a la vez que la patronal de gran consumo Aecoc cuantifica el impacto de la medida anterior y pide que se extienda a carne y pescado. Como lo hace el PP. Yolanda Díaz sigue defendiendo una limitación de precios de productos seleccionados de la cesta. Y la patronal cree que las subidas salariales, excepto la de Garamendi, claro, puede provocar un nuevo incremento de los precios. Cada uno tiene su receta. Y sin la garantía de que funcione, porque la inflación alimentaria es difícil de combatir. Los precios suben con celeridad, también por la voracidad de los mercados y la especulación de materias primas, y bajan con lentitud insultante. Por eso hay que actuar, aun a riesgo de ser acusados de intervencionismo, con decisión y urgencia. Imponiendo controles en precios, en beneficios de la distribución, y primando a los productores.