Cartas al director
Y ahora, la señora Gámez
Según los principios éticos defendidos por Sánchez cuando militaba en la oposición, la cascada de corrupciones socialistas destapadas recientemente, le incapacitaría para seguir presidiendo el Gobierno. Eso le exigía a Rajoy por la Gürtel, y acabó en la Moncloa. Pero hablamos de un farsante, de un mitómano sin escrúpulos que considera la corrupción propia un invento de una extrema derecha trasnochada y vengativa.
Tras el caso Azud, de Ximo Puig, se han destapado nuevos escándalos, como Cuarteles, Mediador, Cantabria, y ahora el de la directora de la Guardia Civil, María Gámez. De adalid de la anticorrupción, y de la transparencia, papeles que se autoarrogó en la oposición, ha pasado a ejercer el infame papel de tapadera encubridora de la podredumbre propia. Y a pesar de todo, se pasea por las televisiones afines, con su sempiterna arrogancia, arropado por el silencio vergonzoso de los medios subvencionados, y por la ayuda pestilente de sus corifeos, sobresaliendo M. J. Montero. La ministra de Hacienda está en todas las salsas (le debe gustar el micrófono más que a un mapache los plátanos), y se deja la piel intentado solapar la corrupción socialista como ha hecho siempre, desde los ERE, hasta el último de María Gámez. Sus alabanzas partidistas suelen ser un espectáculo, ya que mueve todos los músculos de su cuerpo con tal énfasis, que a veces tememos que pueda darle un ataque de epilepsia.
Su esfuerzo es inestimable, y siguiendo a Patxi Demóstenes, debería nombrarla Sánchez, «presidenta tercera», encargada de las causas perdidas.