Cartas al director
Episodios Nacionales
«Si no estuvieran tan arraigadas aquí las rutinas, la ignorancia y, sobre todo, la docilidad para dejarse gobernar, otro gallo nos cantara». En España, con la llegada del incalificable Zapatero al poder, empezó a resquebrajarse el espíritu democrático del 78. «Por desgracia, nuestro país no es liberal, ni sabe lo que es libertad ni tiene de los nuevos modos de gobernar más que ideas vagas». Ya lo dijo Marañón, que ser liberal no es una ideología, es una conducta. «No se tiene idea de lo que es el respeto mutuo, ni se comprende que para establecer la libertad fecunda, es preciso que los pueblos se acostumbren a dos esclavitudes, a la de las leyes y a las del trabajo. España tiene hoy la controversia en los labios, una aspiración vaga en la mente, cierto instinto ciego de mudanza; pero el despotismo está en su corazón y en sus venas». Los personajes o personajillos de izquierdas, en España, actúan con un despotismo, ni siquiera ilustrado, que tiene como principal lema antiliberal lo de que «el que no piensa como yo es fascista». «Aquí es déspota el ministro liberal, déspota el empleado, el portero y el miliciano nacional; es tiranuelo el periodista, el muñidor de elecciones, el juntero del pueblo y el que grita por las calles himnos y bravatas patrióticas». Un personaje de Galdós, en pleno siglo XIX, y yo, estamos totalmente de acuerdo. Qué pena que don Benito no haya conocido, para meterlo en sus Episodios Nacionales, a un trilero, un mentiroso compulsivo, un sectario decimonónico, un soberbio alucinado, al que los españoles y sus triquiñuelas para pactar con comunistas, separatistas y filoetarras, han hecho presidente del Gobierno de España.