Cartas al director
Defender el orden
Se lincha en las redes sociales a quienes opinan distinto de la clase dominante. Pero nadie puede ser culpable de hablar, preguntar y pensar en el legítimo ejercicio de su libertad, con orden. Y para eso están las instituciones que no discutimos. Damos por hecho que están ahí y estarán siempre para poner orden.
Vemos a los tiranos ajenos y lejanos, pero están ahí al lado con sus desórdenes. Lo nuestro es la democracia consolidada y firme, solo le falta el orden. Porque la democracia es institución, no es aburrimiento, no es tedio en el Parlamento para el pensamiento único. Todo lo que no sea institución es derrota.
Protestar y criticar es una necesidad cuando no ves orden, sobre todo cuando los años pesan y has vivido con autoridad y orden. Si no hay autoridad y orden no hay libertad. Hay anarquía y libertinaje. Fuera del Parlamento no existe nada. A la democracia no se le puede poner apellidos: como orgánica, popular, progresista o lo que se les ocurra a los que no creen en ella. Delegamos el poder a quienes no saben utilizarla, porque no tenemos tiempo de pensar cómo tenemos que arreglar la casa.
Nos regulan la forma de pensar y la edad de jubilación, nos declaran una guerra de precios en la cesta del hambre. Y la política del pensamiento único siempre es una decepción.
La edad conoce la decepción y llama al orden, sea el que sea. No pueden unos chavales del descontento y sin orden, montar un partido político para vivir del presupuesto con mucho más desorden. Y aquí, viene la pregunta. ¿Por qué imaginan los necios que el alma es libre solo cuando discrepan del orden establecido? No conformarse es natural, no hemos nacido solo para obedecer, sino para pensar en el bien y en el mal. Por eso tenemos que fiarnos de las instituciones y tratar de mejorarlas con autoridad y orden…