Cartas al director
Eufemismos
Son tiempos de incertidumbre sobre la gobernabilidad de esta nación que llamamos España, y que muchos amamos porque no nos gusta. ¿Cómo nos va a gustar si quienes tienen como objetivo acabar con el Estado español –así lo proclaman– son los que decidirán su gobierno imponiendo sus condiciones? Y todo por el interés partidista del PSOE, perdedor de las elecciones, y la ambición sin límite del narcisista sin escrúpulos que lo preside y que está dispuesto a que el separatismo, a base de nuevos privilegios y cesiones, haga su agosto mientras los españoles combaten como pueden los rigores del bochorno. Esto pondrá al Rey ante una encrucijada aún más peligrosa que la que afrontó con firmeza en el intento de golpe de Estado de 2017. Y es que en esta ocasión no se tratará de proclamar la independencia, sino de dar pasos, sin retorno, hacia el objetivo de romper España. Y para ello nada mejor que emplear los eufemismos que lo vayan haciendo tragable. Así oiremos hablar de «mayoría de progreso» para nombrar a esa macedonia de partidos que aplauden la desigualdad entre ciudadanos y pugnan en la subasta de privilegios territoriales; de «ajuste fiscal» al pago –entre todos los españoles– de la enorme deuda que acumula Cataluña; de «consulta», para un referéndum de autodeterminación; de «Estado plurinacional», o «federalizar el Estado», para la partición de la soberanía nacional; de «avances sociales» para la compra de voluntades a base de subvenciones. Eso sí, todo el que se oponga a estos planes –pongamos que la mayoría de los españoles– será tachado de involucionista, ultra y fascista tenebroso, porque en este caso los eufemismos no aplican, sólo la vileza que nos gobierna.